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26. Navarra pierde su independencia política

1  los antecedentes de la Santa Liga 2  la “Liga Santísima”
3  el Tratado de Blois 4  las bulas de Julio II
5  tropas vasco-castellanas invaden Navarra. Año de 1512

1 los antecedentes de la Santa Liga

 
1.1 la Liga de Cambrai
1.2 la traición de Julio II a la Liga de Cambrai
1.3 Julio II busca aliados contra Francia
1.4 Francia contraataca con armas eclesiásticas
1.5 el concilio cismático de Pisa y el concilio pontificio de Letrán   

Durante su estancia en Nápoles - hasta el mes de agosto de 1507 en que retorna a Castilla para asumir de nuevo el gobierno, tras la muerte de su yerno Felipe el Hermoso - Fernando el Católico ha comprendido la importancia de estar cerca del pontífice Julio II. La determinación de éste, para hacer de los Estados Pontificios el centro de gravedad de Italia y de su persona el árbitro de Europa, es tan fuerte y la despliega con tanta energía, que Fernando astutamente sabrá aprovechar el ímpetu, el entusiamo y el arrebato de Julio II para ponerlos en beneficio propio.

Don Fernando se pone incondicionalmente del lado del Papa cuando se promueve en 1511 la “Liga Santísima” a la que tanta importancia habría de dar más tarde el Católico para justificar la conquista del Reyno de Navarra en 1512.


1.1 la Liga de Cambrai

Antecedentes de esta Liga de Cambrai de diciembre de 1508:

En el afán del Papa por recuperar todos los territorios que habían pertenecido anteriormente a los Estados Pontificios, la Serenísima República de Venecia era el mayor escollo por el apoyo que otorgaba a los usurpadores de Bolonia y mantener las plazas pontificias de la Romagna. Maximiliano de Austria, por la cercanía fronteriza de los territorios del Sacro Imperio, también era víctima de las contínuas aventuras usurpadoras de Venecia. En mayo de 1508, el ejército de Maximiliano perdía Gorizia, Trieste y Fiume. A punto estuvo de invadir Maximiliano la República Serenísima cuando decidió aceptar los consejos de Julio II y unirse a la estrategia que estaba diseñando el Pontífice. A cambio de su acomodo recibiría de manos del Pontífice la corona imperial. Formaliza entonces Maximiliano una tregua de tres años con Venecia, que no obstante mantiene en su poder las plazas conquistadas a Austria.

En los disturbios fomentados desde hacía ya dos años en Bolonia por el partido de los Bentivoglio, Venecia tenía una gran responsabilidad pues sostenía abiertamente a los rebeldes que habían organizado una conjura para envenenar al Papa. El cardenal Alodosi, nombrado el 19 de mayo de 1509 legado del Papa en Bolonia, lleva a cabo una represión despiadada huyendo a Venecia los líderes del Bentivoglio para desde allí preparar una revancha. Julio II exige a la República que los expulse, pero Venecia responde que los rebeldes han recibido asilo en varios monasterios de la Iglesia y que no puede expulsarlos sin contravenir el respeto al derecho de asilo de la Iglesia. El 22 de agosto Julio II ordena al patriarca de Venecia prohibir a los establecimientos religiosos otorgar asilo a los rebeldes. Pero la orden pontificia no es obedecida.

Las quejas de Julio II contra Venecia son también de orden interno eclesiástico. Al fallecer el notable cardenal Ascanio Sforza, el Senado veneciano había otorgado en el verano de 1505 el obispado de Cremona a un miembro de la familia Trevisano. Julio II había destinado este obispado a su sobrino el cardenal Galeotto Franciotti. Julio II también había reservado el obispado de Vicencio a su pariente Sisto Gara della Rovere cuando Venecia lo otorga a Giacomo Dandolo quien es llamado por el Papa a Roma y ni siquiera respondió, apoyando el Senado veneciano esta insumisión eclesiástica.

Julio II decide pedir ayuda a Francia aun debiendo aceptar duras condiciones. Francia sugiere la creación de una liga anti-veneciana en la que podía entrar el Pontífice. Los tratados de Cambrai se negocian principalmente entre Francia y Austria, teniendo representantes Castilla-Aragón e Inglaterra. Se firma un primer tratadoel 10 de diciembre de 1508 - en el que todavía no participa la Santa Sede - destinado a hacerse público:

  • se establece la paz entre Maximiliano de Austria y Luis XII de Francia
  • Maximiliano otorga el ducado de Milan a Luis XII
  • se comenzará a poner los medios para preparar la guerra contra los turcos
  • Venecia deberá restituir en primer lugar todas sus conquistas de modo que reine la paz en la Cristiandad

Un segundo acuerdo entre Luis XII y Maximiliano queda reservado - no se hace público - en el que se detallan las conquistas que se harán a Venecia si ésta no restituye las plazas. Este acuerdo secreto cita una a una las plazas que serán arrebatadas a Venecia y los beneficiarios de ellas (Francia, el duque de Saboya, el rey de Hungría, Aragón, Austria, etc.). Para ello se organizará una acción militar común entre los firmantes del tratado. El rey de Francia debía abrir las hostilidades el 1 de abril de 1509 mientras que el Pontífice lanzaría la excomunión contra Venecia, permitiendo a Maximiliano romper legítimamente la tregua vigente con Venecia y entrar en acciones bélicas.

Aunque la primera reacción de Venecia fue ignorar la amenaza - pues no podía dar crédito que tan dispar alianza pudiera ser efectiva - y el Senado veneciano continuó efectuando nombramientos eclesiásticos, el vigor y la determinación de Julio II - que pronto acabará entrando en la Liga tomando su liderato diplomático - comenzó a tener efecto. Las amenazas eran recíprocas. Julio II advierte a los venecianos que si no se avienen entrará en la Liga y “los convertirá en humildes pescadores“ como habían sido antaño los moradores de la República, antes de dedicarse al comercio. Los venecianos replican que si el “Santo Padre no es sensato y prudente, haremos de él un humilde curita de iglesia”. En un último intento de solución diplomática, Julio II propone al embajador veneciano Pisani el 19 de marzo de 1509 que entreguen en feudo Rimini y Faenza a un ciudadano veneciano. Pisani responde al Papa que “la República no está acostumbrada a tomar un súbdito suyo para hacerlo rey ”. Julio II firma el 23 de marzo la bula por la que la Iglesia entra en la Liga de Cambrai pero no la publica hasta que los franceses hubieran abierto las hostilidades.

El Senado veneciano cambia de actitud y aprueba el 4 de abril restituir Rimini y Faenza. La Liga no detiene sin embargo sus acciones bélicas. El Papa publica el 27 de abril la bula “Pastoralis officii” excomulgando a Venecia. Al constatar que la Liga no se detiene, los venecianos se rearman de valor y no la temen. Observan que Fernando el Católico ha entrado en la Liga sin ningun entusiamo, incluso a “contre-coeur”; que el Emperador tiene sus arcas vacías; y que los mercenarios del Papa no son temibles. Los venecianos confían en la victoria tan pronto como se ofrezca algo a Francia en una negociación. Pero el cálculo es fallido. Los ejércitos francés - con el propio Luis XII espada en mano - y veneciano se enfrentan el 14 de mayo de 1509 en Agnadel (Cremona). La victoria es para los franceses que toman Cremona, Bergamo y Brescia y reciben las llaves de Verona, Vicencio y Padua que hacen llegar a Maximiliano pues le corresponde como botín según el tratado de Cambrai. Las tropas pontificias invaden la Romagna.

La aristocracia veneciana, de gran orgullo, no disponía sin embargo de formación militar y había puesto su suerte en los mercenarios que huyeron. El 5 de junio Leonardo Loredan, por Venecia, implora el perdón de Julio II y le envía una embajada extraordinaria que llega a Roma el 2 de julio. Los embajadores se encuentran excomulgados y por ello no pueden entrar en la ciudad del Pontífice hasta llegada la noche. Las condiciones del Pontífice son tales que los cardenales quedan asustados. Incluso se ve limitado el derecho exclusivo de navegación de Venecia en el mar Adriático - “el lago veneciano” - que había hecho tan opulenta a la Serenísima República. El Consejo de los Diez de Venecia, ante el inminente peligro de perder su monopolio comercial, estudia la posibilidad de pedir ayuda al sultán turco de Constantinopla, e incluso se llega a contactarlo a efecto de conocer su reacción ante una demanda oficial veneciana de ayuda.

Los ejércitos de mercenarios venecianos acaban recomponiéndose y afrontan con éxito la lucha. El 17 de julio de 1509 toman de nuevo Padua y en el otoño ahuyentan al ejército de Maximiliano que había llegado hasta los muros de la ciudad, viéndose obligado a tomar el camino de vuelta de los Alpes. En vista de los éxitos, Venecia paraliza las negociaciones con el Papa y de los seis embajadores enviados llama de vuelta a cinco de ellos. El Papa expulsa a los seis y dice que le envíen doce cuando quieran que les levante la excomunión.

Sería alejarnos demasiado de la historia de Navarra proseguir en detalle esta narración de la Liga de Cambrai que constituye un importante antecedente de la “Liga Santísima” , que va a afectar directamente a Navarra. Pero es importante comprender el contexto europeo de la época. Y es importante también ponerse en el lugar de Fernando el Católico - que durante la lucha contra Venecia está volviendo de Italia a Castilla para retomar su gobierno - que ha podido comprobar de cerca un nuevo estilo de hacer política de alianzas europeas bajo la dirección del papado. Algo que él mismo ensayará con éxito para hacerse con el trono de Navarra.


1.2 la traición de Julio II a la Liga de Cambrai

Los acontecimientos de la Liga de Cambrai se saldarán de una manera inesperada al ver Julio II que su lucha contra Venecia está dando como resultado una progresiva introducción en Italia de los monarcas extranjeros, que se muestran triunfadores y exigentes ante el papado. Busca entonces unilateralmente y ante el asombro y enfado de sus aliados la reconciliación con Venecia. El 15 de febrero de 1510 se acuerda la paz y el 24 de febrero Julio II, rodeado de doce cardenales, levanta la excomunión a Venecia imponiendo una penitencia simbólica a los embajadores de la República que reciben un azote en la espalda. Juran entonces ante los evangelios:

  • aceptación del derecho exclusivo de la Santa Sede a efectuar nombramientos eclesiásticos en Venecia
  • restitución de los bienes confiscados a las corporaciones religiosas
  • reconocimiento del derecho de navegación en el mar Adriático a los súbditos del Pontífice y a los ciudadanos de Ferrara
  • negación de apoyo a quienes estén en rebelión contra la Iglesia
  • su renuncia a convocar un Concilio

La tutela efectiva que Julio II obtiene sobre Venecia convierte a la República en aliada forzosa del papado, alianza que Julio II utilizará para sacudirse el yugo de la presencia francesa en Italia - especialmente en la región de Génova y Milan - que ahora considera constituye el mayor peligro para la Santa Sede. Algunos principados vasallos de la Santa Sede - por ejemplo el duque de Ferrara, su propio “gonfaloniere”y vasallo del Pontífice - ya no obedecían al Papa sino a Francia.

Su confidente y aliado en la estrategia antifrancesa será el obispo de Sion en el Cantón de Valais, el importante personaje suizo Mathias Schinner, gran enemigo de Francia a quien Julio II encarga negociar con la Confederacion Helvética cuyos cantones son la principal fuente de reclutamiento de mercenarios en Europa. Los recursos financieros habrían de ser preparados por el banquero Chigi. Los 12 cantones suizos se comprometen el 14 de marzo de 1510 por cinco años al servicio del papado, poniendo 6.000 hombres a disposición defensiva u ofensiva de la Santa Sede y comprometiéndose a no hacer alianzas con otras potencias sin el consentimiento del Pontífice. Julio II había tenido algunos soldados suizos a sus órdenes desde 1506, pero ahora deberá hablarse de una negociación para disponer de un verdadero ejército. Es lo que actualemente se conoce como la Guardia Suiza Pontifical.


1.3 Julio II busca aliados contra Francia

Maximiliano tiene dificultades económicas para seguir guerreando contra Venecia. Luis XII de Francia se encuentra sólo y duda entre seguir atacando a Venecia o resolver el verdadero problema que no es otro que el apoyo unilateral que Julio II otorga a Venecia con la consiguiente traición a la Liga de Cambrai.

Julio II dispone ahora de un ejército de disciplinados suizos y se lanza abiertamente a castigar a quienes le desobedecen. En primer lugar al duque de Ferrara. Los cardenales franceses no se sienten seguros en Roma. El cardenal François Guillaume de Clermont intenta salir de Roma disfrazado pero es reconocido, arrestado y encerrado en Sant’Angelo.

Julio II busca nuevos aliados contra Francia, o al menos su connivencia. El Emperador no quiere comprometerse por el momento. Julio II sabe que Fernando el Católico, a pesar de sus recientes acuerdos con Luis XII en Génova a bordo de su galera, estará siempre abierto a mejorar las necesarias protecciones diplomáticas a Nápoles. Julio II sabe también que deberá protegerse en su frontera sur con Nápoles, mientras permanezca su ejército pontificio en el norte luchando contra Francia. Proclama entonces el Papa nuevas bulas que mejoran las que había otorgado Alejandro VI a Fernando el Católico, acordándole el 3 de julio de 1510 una investidura - ahora plena - sobre el reino de Nápoles, dispensándole del pago de ciertos tributos que Nápoles debía abonar a Roma. Todo ello a condición de que el Católico pusiera a disposición de la Santa Sede 300 soldados para defender sus Estados. Estas hábiles concesiones del papado van rompiendo la alianza de Fernando el Católico con Luis XII y aseguraban la neutralidad de Castilla-Aragón - todavía no su ayuda - en la lucha que se avecinaba entre el papado y Francia.

Julio II mueve también sus legados en Inglaterra para predisponer en su favor al joven rey Henry VIII que apenas contaba 18 años de edad cuando sucedió a su padre en 1509. Poco después de subir al trono casaría el 11 de junio de 1509 con Catalina de Aragón (485-1536) viuda de su hermano Arthur Tudor e hija de Fernando el Católico. Inglaterra era entonces una potencia de segundo orden y esta alianza matrimonial con España se veía desde Inglaterra como un honor y una proposición práctica. Estando prohibidos los matrimonios entre cuñado y cuñada, Henry VIII precisó obtener dispensa de Roma para su boda con Catalina, lo que consiguió de Julio II aportando testigos para probar que el matrimonio de Catalina con su hermano el Príncipe de Gales no había sido consumado (1). Desde entonces, la relación de Henry VIII con Julio II había sido muy cordial. El Rey había dejado el gobierno en manos de su ministro Wolsey a quien más tarde Leon X elevería al cardenalato, nombrándole legado pontificio en Inglaterra, lo que le permitió reunir en sus manos toda la autoridad civil y eclesiástica en ese país. Julio II confiaba inducir al rey inglés a desembarcar en las costas occidentales de Francia, lo que agradaría a los ingleses por volver a su antiguo feudo de Aquitania. Esta invasión sería programada en el tiempo de manera que coincidiera con el momento en que los soldados suizos entraran en el Milanesado para desalojar a los franceses, al mismo tiempo que se organizaría un levantamiento en Génova, también contra los franceses.

Julio II envió el 8 de abril de 1510 la rosa de oro al rey inglés como gesto de cordialidad pontificia (2).

Cuando más adelante veamos al almirante inglés Dorset desembarcar en Guipúzcoa con un ejército inglés, en junio de 1512, para unirse al duque de Alba y entrar juntos en Aquitania, habrá que recordar que ello era el resultado de la estrategia descrita, concebida por el pontífice Julio II y preparada en su ejecución conjuntamente con Fernando el Católico y Henry VIII de Inglaterra. Es entonces cuando el duque de Alba invita a Dorset a tomar Navarra antes de ir a Francia, lo que el inglés declinó y el duque ejecutó.

En la campaña contra las ciudades rebeldes al papado, Julio II se pone personalmente al frente de sus tropas y despliega una energía y un valor que asombra a los que le rodean. Maquiavelo, que entonces representa a la rebelde Florencia en la corte francesa de Blois, escribe el 21 de julio de 1510 lo que allí se dice del Pontífice “que se habla nada menos que de denunciar el juramento de obediencia y de convocar un concilio”.

 
1.4 Francia contraataca con armas eclesiásticas

Luis XII decide atacar duramente a Julio II intentanto provocar un nuevo cisma. El 30 de julio de 1510 convoca en asamblea a celebrar en Orleans - aunque finalmente se hará en Tours - a todos los obispos del reino para defender los privilegios y franquicias de la iglesia gala. Louis XII acude en persona a la asamblea. Los obispos determinan que el Papa no tiene derecho a hacer la guerra a un príncipe cristiano que no es su vasallo y que si la hace, el príncipe puede oponerle las armas e incluso luchar y atacar en los territorios pontificios. Puede además el príncipe revocar su juramento de obediencia al papa mientras dure la situación y considerar como nulas y no avenidas las bulas que el pontífice quisiera publicar contra él. Piden finalmente los obispos que el Papa convoque un concilio general y otorgan subsisdios importantes al Rey para permitirle hacer la guerra en Italia.

Julio II monta en cólera y lo toma como una declaración de guerra. Amenaza al rey francés con excomunión y retiene a los cardenales franceses en Roma para que no puedan acudir a ningún concilio convocado fuera de su autoridad. El 9 de agosto publica la bula de excomunión de su vasallo rebelde, el duque de Ferrara y sale con su ejército hacia Ferrara. A mediados de agosto de 1510 todo el norte de Italia se ha encendido en guerra. El 17 de agosto sale de Roma acompañado de cuatro cardenales conocedores de asuntos militares y se embarca en Ostia hacia Civitavechia para inspeccionar las galeras venecianas y pontificias destinadas a la expedición de Génova.

Al cabo de nueve meses de luchas, el 27 de junio de 1511, el Papa vuelve enfermo a Roma sin haber dado al duque de Ferrara el castigo que se propuso ni haber conseguido expulsar a los franceses.

Los ejércitos del Papa habrán pasado por situaciones muy difíciles: los soldados de sus aliados de Venecia no muestran vigor en el combate, llegando tarde en las ayudas y no pocos cardenales han pasado al campo francés para ayudar a preparar el concilio cismático con el que quiere provocarle Luis XII de Francia. La rendición de Bolonia a los franceses - la segunda ciudad más importante de la Iglesia después de Roma - había dejado consternado al Papa que conseguiría no obstante reconquistarla. Julio II debió enfrentarse a graves ataques de fiebre en más de una ocasión y tuvo la experiencia de sufrir en marzo de 1511 un grave terremoto cuando inspeccionaba las salinas de Cervia, no muy lejos de Rávena. También vería cómo su propio sobrino el duque de Urbino asesinaba a su cardenal favorito, Alidosi. Tuvo que enfrentarse más de una vez con la revuelta de sus propios soldados que no recibían la paga. Se vió obligado el Papa a nombrar durante la campaña nuevos cardenales en número de nueve que hubieron de desembolsar por su nombramiento importantes contribuciones financieras para engrosar la tesorería de guerra del Pontífice que estaba agotada.

En estas campañas Julio II deja crecer su barba, lo que no se había visto desde hacía varios siglos en un Pontífice.


1.5 el concilio cismático de Pisa y el concilio pontificio de Letrán

Julio II comprendió que las armas no acabarían de decidir el conflicto con Francia y decide volver a Roma. Sería imposible vencer a Louis XII sin la ayuda de Maximiliano, pero éste prefería revitalizar la Liga de Cambrai y luchar contra Venecia más que contra Francia. En el impase, nueve cardenales convocan el concilio de Pisa y el propio Julio II no se entera hasta el 28 de mayo de 1511, cuando lee el anuncio en la puerta de la iglesia de San Francisco de Rimini convocando al Papa al concilio. La convocatoria estaba fechada el 16 de mayo y ese mismo día se unieron a la convocatoria Maximiliano y el rey francés. La apertura del concilio estaba prevista para el 1 de septiembre de 1511 que luego sería retrasada al 1º de noviembre.

La corriente oligárquico-cardenalicia en favor de una solución conciliar se había puesto de manifiesto con el Cisma de Occidente en el siglo XIV. A lo largo de la segunda mitad del siglo XV, siendo el pontificado el mecenas del Renacimiento, el colegio cardenalicio se había ido distanciando de la política absolutista y nepotista de los papas, existiendo corrientes anticentralistas que a finales del siglo XV y comienzos del XVI no se habían extinguido totalmente en la Iglesia. Se había ido desarrollando un ambiente “antipontificio”que más tarde sabrían aprovechar Lutero y Calvino fuera de la Iglesia. A la muerte del papa Alejandro Borgia en 1503, los cardenales intentaron recuperar su antigua participación perdida en el gobierno de la Iglesia. Y en la elección de Julio II en octubre de 1503, 38 cardenales firmaron una “capitulación electoral” en la que tras urgir la guerra contra los turcos y la reforma de las costumbres en la Iglesia, se obligaba al nuevo papa a convocar un concilio en el plazo de dos años.

A esta corriente “cardenalicia” se sumaba también el “conciliarismo” y el “regalismo francés”, y las tres corrientes se unieron para convocar el concilio de Pisa. Existía también una antigua tradición que hacía que el Concilio pudiera ser convocado por el Emperador, él solo. Y en este caso el Emperador se había unido al Concilio de Pisa por lo que debía considerarse legitimado.

El Pontífice dió su répica con energía. Antes de abandonar Rimini el 3 de junio para volver a Roma, publica una memoria en la que refuta todos los puntos débiles de la convocatoria y pone de relieve que el documento hace figurar nombres de cardenales que ni siquiera han participado en la convocatoria, por lo que sus nombres se han utilizado con falsedad.

El Papa es sin embargo consciente de que no podría defenderse si Louis XII decidiera venir con sus ejércitos sobre Roma para deponerle. Contaba solamente con la autoridad moral y la majestad de la silla pontificia, de su función de pontífice supremo y vicario de Cristo en la tierra. Y en efecto, este carácter sagrado le habría de salvar pues Louis XII, respetuoso, ordenó replegar sus ejércitos a Milán haciendo proposiciones de paz. Se declaró dispuesto a abortar el concilio de Pisa siempre que el Papa perdonara a los cardenales rebeldes.

La astucia de Julio II intuye en ello una debilidad en el rey francés - tal era la energía de su carácter y la seguridad en sí mismo - y el 25 de julio de 1511 fija en las puertas de San Pedro de Roma la bula consistorial de convocatoria - con su firma y la de los 21 cardenales que asistieron al consistorio del 18 de julio - de un Concilio General a tenerse en Roma el 18 de abril del siguiente año 1512. El preámbulo de la bula era un panegírico de la Iglesia de Roma recordando a los cardenales que solamente el Papa tiene el poder de convocar concilios y declarando nula la convocatoria del concilio de Pisa de 16 de mayo con fuertes amenazas de censuras eclesiásticas para los que acudieran a él. Es la guerra de los concilios en que ambos convocados fueron vistos en la época como armas políticas de los contendientes, más que como asambleas eclesiásticas reformadoras. Típicamente de cuño renacentista, los medios eclesiales habían sido instrumentalizados por intereses políticos en una situación en que lo eclesial no estaba separado de lo temporal. La cristiandad vivía otra vez un ambiente precismático.

Se amenaza también al rey francés. Se le dice que la reina Anne de Bretaña no es su legítima esposa por haberlo sido de su predecesor Charles VIII, lo que podía propiciar un movimiento en favor de la separación de Bretaña de la corona de Francia, buscando para ello apoyo en Inglaterra. Y que el Papa podía también absolver del juramento de fidelidad a las poblaciones de Guyenne y Normandía para que éstas pudieran reconocer como rey a Henry VIII de Inglaterra. Ocupar así al rey de Francia en posibles conflictos en sus territorios occidentales significaría su debilidad en Italia, lo que también era buscado por Fernando el Católico.

Y como se analiza más adelante, la invasión de Navarra por el duque de Alba en julio de 1512 se hará precisamente en este contexto, o usando como excusa o aprovechando este contexto.

Todos los esfuerzos de Julio II son ahora de intimidación a Francia, asegurar alianzas y preparar una nueva coalición de fuerzas en donde el Papa contempla desde el principio ponerse bien cerca de Fernando el Católico con la ayuda del dux de Venecia y de los soldados de los cantones suizos. Esta alianza se llamará la Santa Liga. Serán el embajador de Fernando el Católico en Roma, Jerónimo de Vich, y el de Venecia, Jerónimo Donato, los encargados de preparar las condiciones en la negociación. Todo está arreglado a principios del mes de agosto de 1511 pero el Papa vuelve con sus altas fiebres y los médicos temen por su vida. El Papa agoniza, los cardenales piensan ya en el cónclave y los Medicis están preparados para hacerse con el papado. Pero el Pontífice no muere y se repone rápidamente dejando al descubierto en Roma numerosas “intrigas de palacio” que se vieron durante su agonía.

 

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2 la “Liga Santísíma”

2.1 objetivos de la Liga y adhesiones
2.2 Gaston de Foix en la batalla de Rávena
2.3 apertura y remisión del concilio de Letrán
2.4 la victoria de Julio II

 

 

2.1 objetivos de la Liga y adhesiones 

La Santa Liga queda formada el 4 de octubre de 1511 y es solemnemente proclamada al día siguiente por Julio II en Santa Maria dei Popolo. La Santa Liga reúne al Papa, Castilla con Aragón y Venecia. Queda abierta a la adhesión del Emperador y del rey de Inglaterra.

Los objetivos iniciales de la Santa Liga son:

  • la recuperacion de la ciudad de Bolonia, su condado y su distrito
  • evitar la ocasión de un cisma
  • preservar la seguridad, dignidad, libertad, autoridad y dominio de Su Santidad y de la Santa Iglesia Romana.

Se acuerdan las condiciones y la participación en la guerra de cada una de las partes. Estando en una época en que no existe separación de poderes temporales y eclesiásticos, ni se han elaborado los principios del Derechos Internacional, los firmantes consideraron desde aquel momento - y en ocasiones según su conveniencia política - que los Estados que no se adherían a la Liga podían ser considerados cismáticos y herejes y haciéndoles la guerra se trabajaba por la religión y la Iglesia. Así los monarcas europeos, escudados tras la autoridad moral que otorgaba el Papa a los objetivos de la Santa Liga, pudieron en no pocas ocasiones - como en Navarra - imponer su autoridad a otros monarcas o señores que no habían participado en la citada Liga. Y ésto no puede perderse de vista cuando se vea más adelante la falsa invocación que Fernando el Católico haría a estos principios de la Santa Liga para justificar la invasión del Reyno de Navarra.

Fernando el Católico, tras tomar consejo en Sevilla de los grandes de España y del cardenal Cisneros, se unió a la Liga con entusiasmo el mismo día 4 de octubre. No dudó en apoyar al Papa en lo político, lo militar y lo religioso, siendo su objetivo aislar a Francia. Interrumpe la campaña que llevaba en el norte de África contra los moros, lleva sus tropas a Italia y entrega a Julio II un subsidio importante. Su embajador Vich ofrece al Papa ayudarle de inmediato a reconquistar Bolonia, nombrándose capitán de la Liga a Ramón Cardona.

El Papa puede entonces comenzar su guerra eclesiástica que empieza con la condena de los cardenales rebeldes. Convoca el consistorio el 24 de octubre de 1511 y en presencia de 18 cardenales pronuncia la excomunión y la pena de destitución contra los cardenales Carvajal (al que ya se le había retirado el obispado de Sigüenza), Briçonnet, François Borgia y de Prie. Los cardenales San Severino y Amanieu de Albret (3) son por el momento amenazados con las mismas penas si persistieran en no someterse a su autoridad. El Papa amenazó también con entredicho a los pueblos que protegieran a los insurrectos y lanzó la excomunion contra los ideólogos de Pisa, entre los que había numerosos canonistas de renombre en la época.

El 16 de noviembre de 1511 se celebra en catedral de Burgos la ceremonia de adhesión de Castilla y Aragón al concilio romano.

El 13 noviembre de 1511 el Emperador había entrado en la “Liga Santísima” y hacía las paces con Venecia el 9 de abril de 1512, instaurando una tregua hasta enero de 1513. El 17 de noviembre, Henry VIII de Inglaterra otorga en Westminster su adhesión de principio a la Liga. No tardarían después en formalizarse los compromisos tomados por los Cantones suizos que se preparaban para dirigirse de inmediato a conquistar el Milanesado. A Henry VIII se le promete el 20 de marzo de 1512 la investidura del reino de Francia y firma su adhesión pocos días después, el 1 de abril. En esa ocasión Fernando el Católico confirma los acuerdos de Westminster de 17 de noviembre de 1511 con los ingleses para ayudarles en la conquista de Aquitania, que ahora ven posible recuperar y que habían perdido en 1453 frente a Charles VII al término de la guerra de los Cien Años. Este acuerdo del Católico con Inglaterra es el resultado de las iniciativas que había tomado Julio II el 8 de abril de 1510 cuando envió a Henry VIII la rosa de oro. Desde el matrimonio, el 11 de junio de 1509, de Henry VIII con Catalina de Aragón (1485-1536), viuda de su hermano Arthur Tudor, los Reyes Católicos tenían muy buen entendimiento con Inglaterra. 

Los ejércitos de la Santa Liga no comenzarían su ataque hasta finales del mes de enero del año 1512. Entretanto, el Papa ha esperado para ver cómo se desarrollaban los acontecimientos de la apertura del concilio cismático de Pisa, que había sido convocado para el 1º de septiembre de 1511 y cuya apertura se retrasó al 1º de noviembre.

El 30 de octubre solamente 4 cardenales habían hecho su entrada en Pisa. Entre ellos no se encontraba Amanieu de Albret, hermano del rey de Navarra, a quien el Papa había amenzado de excomunión si no volvía a su obediencia. Los toscanos de Pisa todavía bajo control de Florencia y por temor al Papa, rehusan alojar a los cardenales y les cierran todas las iglesias. Los canónigos, que obedecen al Papa, ponen barricadas en la Catedral dirigiéndose los cardenales cismáticos al pequeño santuario de San Miguel construído sobre el antiguo foro romano. La población organiza escaramuzas y revueltas que el 9 de noviembre enfrentan a soldados florentinos y franceses. Los cardenales creen más prudente y seguro continuar el concilio en Milán y convocan allí la cuarta sesión para el 13 de diciembre. Pero también allí se muestran hostiles el pueblo y el clero, pues el 3 de diciembre Julio II había lanzado serias advertencias. El Concilio no tiene ningún efecto sobre la cristiandad.


2.2 Gaston de Foix en la batalla de Rávena

Nos encontramos ya muy cerca en el tiempo de la invasión del Reyno de Navarra por el duque de Alba en julio de 1512.

Las tropas de la Santa Liga entran en combate a finales de enero de 1512. Los venecianos se plantan delante de Brescia, que capitula el 2 de febrero. El ejército hispano-pontifical, bajo las órdenes del virrey de Nápoles Ramón de Cardona, llega el 26 de enero ante las murallas de Bolonia que defienden los Bentivoglio. También Milán se encuentra amenazada.

Surge entonces el genio militar de Gaston de Foix - hermano de la reina de Aragón Germaine de Aragón, hijos ambos del vizconde Jean de Narbonne y de Marie de Orleans, hermana ésta de Louis XII - que a pesar de su juventud (23 años) posee una gran experiencia en combate. Se dirige sobre Bolonia y consigue entrar en la ciudad una noche de temporal de nieve sin ser apercibido por las tropas asediantes del Virrey de Nápoles. Consigue luego liberar Brescia el 18 de febrero tras sangrientos combates. Los españoles se muestran indolentes en los campos de batalla y no resisten a la caballería francesa. En vista de la marcha que van tomando los acontecimientos, Julio II se encierra en el castillo de Sant’Angelo en la orilla derecha del Tíber, consciente de que todo puede perderse ante el embate imparable de Gaston de Foix.

Louis XII se encuentra sin embargo amenazado por varios flancos: el inminente ataque de los suizos a Milán, la previsible invasión de Navarra y Aquitania por Fernando el Católico, el probable desembarco de Henry VIII en las costas normandas y la segura entrada de Maximiliano en la Santa Liga. Su única alternativa es organizar una fuerte ofensiva con Gaston de Foix sobre el ejército hispano de su cuñado Fernando el Católico. De conseguir una victoria, su objetivo sería deponer al Papa, expulsar al rey Católico de Nápoles y poner al cardenal San Severino a gobernar la Iglesia.

Gaston de Foix deja Brescia a finales de marzo e invade la Romagna, retrocediendo su principal adversario Ramón de Cardona que no quiere la batalla. Pero Gaston finje asediar Rávena donde los españoles almacenaban la munición y aprovisionamientos, lo que obliga al Virrey de Nápoles a venir y aceptar la batalla. El 11 de abril en Rávena se enfrentan cerca de 50.000 hombres en una cruenta batalla, de la que Gaston de Foix sale claro vencedor con sus soldados franceses, italianos del duque de Ferrara y los temibles mercenarios lansquenetes alemanes. El cardenal Juan de Medicis, legado del Papa, es tomado prisionero entre otros.

Pero Gaston de Foix muere en la batalla de su gran victoria y esta muerte tendrá importancia para el devenir del reino de Navarra, pues Louis XII ya no podrá apoyar a la heredera de Gaston, que es su hermana Germana - precísamente la esposa de su enemigo el rey Católico -, en sus pretensiones sucesorias en la herencia de la familia de Foix. Con lo que el francés apoyará desde el 12 de abril a sus primos los Foix-Albret, reyes de Navarra. Y esto dará pié a Fernando para incluir a Navarra entre los cismáticos por la amistad de sus reyes navarros con el proscrito rey francés, pudiendo así dar una apariencia de legitimidad pontificia a la usurpación del trono navarro.

Las consecuencias de la batalla de Rávena se presentan no obstante catastróficas para Julio II y la Santa Liga.

La Romagna entera había caído en pocos días en manos de los franceses. El cardenal San Severino, que había asistido a la batalla al lado de Gaston de Foix como legado del concilio de Pisa, emprende victorioso la ruta hacia Roma para destronar a Julio II con la ayuda de los soldados franceses. El embajador Vich de Fernando el Católico aconseja a Julio II huir de Roma.

muerte de Gastón de Foix
batalla de Ravena

Habían pasado tres días desde la batalla y el 15 de abril el Papa desconoce todavía que Gaston de Foix ha muerto. Y declara a los embajadores de Venecia y España que está dispuesto a seguir peleando gastando 100.000 ducados para lo que vendería la tiara si fuera necesario. Julio de Medicis - el futuro pontífice Clemente VII - trae entonces a Roma la noticia de la muerte de Gaston que le ha hecho llegar su hermano el legado Juan que desde la prisión ha podido observar el desorden que ha provocado esa muerte en el ejército francés.

Julio II ve bien cuando dice entonces a los cardenales que los franceses ya no vendrán sobre Roma y que los vencerá y expulsará de Italia.


2.3 Apertura y remisión del concilio de Letrán

El Papa abre negociaciones con Francia, pero solamente para ganar tiempo y llevar la batalla al terreno eclesiástico. El Concilio pontificio de Letrán se abre el 3 de mayo de 1512. El anterior Concilio, que había puesto en jaque la autoridad pontificia, había tenido lugar en Basilea hacía ya 80 años. El Papa da una gran solemnidad a su marcha en procesión al palacio de Letrán en el atardecer del 2 de mayo, rodeado de la guardia suiza y una gran escolta militar. Pasa allí la noche y el Concilio se abre al día siguiente en la basílica-catedral de Roma. Asisten 16 cardenales y unos 70 obispos, la mayoría italianos.

El Concilio busca la extinción del cisma, la reforma de las costumbres en la Iglesia y la preparación de una cruzada contra los turcos con toda la cristiandad previamente reconciliada. Nada se había avanzado tras las dos primeras sesiones de los días 10 y 17 de mayo y el Papa pudo oir algunos reproches a la manera como había tratado el papado este Concilio.


2.4 la victoria de Julio II

Los franceses se encontraron sin un capitán que sustituyera con valía a Gaston de Foix y estuvieron privados de los decisivos mercenarios lansquenetes alemanes desde la reciente entrada de Maximiliano en la Liga. El Papa es consciente de que las cosas se estaban poniendo de su lado, quedando los franceses a merced de la Santa Liga. Los franceses se alejan de la Romagna, retirándose de todo el norte de Italia. Los príncipes italianos que estaban con los franceses van capitulando uno a uno. Incluso el pueblo se levanta en el ducado de Milán contra los últimos soldados franceses, viéndose obligados los cardenales cismáticos a llevar sus asambleas a Asti, en donde no se sienten tan seguros como en Milan.

En estas circunstancias, Julio II retrasa la tercera sesión del concilio Laterano hasta el 3 de noviembre y vuelve a condenar el “conciliábulo” de Pisa. Los cardenales rebeldes se dirigen de Asti a Lyon en Francia y ante la negativa del clero y de la Universidad de París a otorgarles subsidios se dispersan sin tan siquiera clausurar de manera oficial el “conciliábulo”.

Los cismáticos habían zanjado el cisma con un ridículo.

El 13 de junio de1512 Bolonia queda sometida a la autoridad del Papa. Era el primero y gran objetivo de la Santa Liga. Otras ciudades como Génova vuelven a su independencia y Rimini, Rávena o Cesena declaran también la autoridad del Pontífice. Luis XII había pasado en muy poco tiempo de una gran victoria en Rávena a perder todo en Italia. El 22 de junio llega a Roma la carta del cardenal Schinner dando cuenta del progreso de la retirada de los franceses. El 27 de junio se celebra la liberación de Génova - la patria de Julio II - con una gran fiesta en Roma que continúa por la noche en el viejo castillo de Sant’Angelo a donde el Papa acude con antorchas.

El Papa quiere ahora mostrarse generoso. Reconoce que ya no tiene nada más que pedir a Dios. Solamente darle gracias por la victoria de la Iglesia. Y encarga a Rafael que pinte en un fresco el episodio dramático de la Biblia en que Heliodoro es expulsado del templo de Salomón, como alusión a la forma en que Louis XII había debido salir de Italia por atacar a la Santa Sede. No obstante, anima a Fernando el Católico y a Henry VIII de Inglaterra a que acosen al rey de Francia en Aquitania para consolidar el alejamiento de Louis XII de Italia (4).

Mientras el Papa se encuentra exultante de alegría desde finales de junio de 1512 y quiere mostrarse generoso con sus enemigos, complació sin embargo las exigencias del embajador castellano Vich cuando éste solicitó bulas con serias advertencias a los reyes de Navarra para que el rey Católico pudiera hacerlas valer en la conquista del Reyno de Navarra. Julio II sería no obstante consciente de la importancia excesiva que España había tomado en Italia, tanto más cuanto que la herencia de Maximiliano y las de Aragón y Castilla irían a reunirse en la misma persona de Carlos de Gante (5).

En esas fechas de junio 1512 los embajadores de los reyes de Navarra se encuentran en la corte de Blois, el lugar de residencia de Louis XII, negociando un tratado cuyos términos podrán ser interpretados por Fernando el Católico para hacer ver al Papa que Navarra se encontraba en el bando francés.

La tercera sesión del Concilio de Letran se abriría finalmente el 3 de diciembre de 1512 con la asistencia de 111 prelados mitrados y en ella el secretario del Concilio daría lectura a la carta del Emperador en la que condenaba el conciliábulo de Pisa y daba poderes para prestar juramento de obediencia al Papa.

Julio II muere en la noche del 20 al 21 de febrero de 1513, pocos días después de la quinta sesión del 16 de febrero de un Concilio que no había conseguido los objetivos buscados (6)

 

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3 el tratado de Blois

Desde la liberación de Génova el 27 de junio de 1512, la presencia francesa en Italia había terminado y la satisfacción de Julio II fue inmensa. Roma le aclama como el gran triunfador. La Santa Sede ha recuperado la primacía del poder temporal en Italia y el conciliábulo de Pisa se ha corrompido por desafección popular y cardenalicia.

Durante la campaña bélica de nueve meses al frente de sus ejércitos, el papa Julio II consideró siempre a Navarra como un Estado neutral, estando sus príncipes incluso enemistados con su enemigo el rey francés Louis XII, pues éste favorecía entonces a su sobrino y general de sus ejércitos Gaston de Foix en sus pretensiones de reclamar la herencia de su abuela, la reina Leonor de Navarra. Pero a la muerte el 12 de abril de 1512 de Gaston - el “héroe de Rávena” - sin descendientes, es su hermana Germaine entonces reina de Aragón quien va a heredar las pretensiones hereditarias de Gaston al señorío de Bearn, condados de Foix y otros en territorio francés. Incluso ciertas pretensiones al Reyno de Navarra que Gastón había recogido de su padre el vizconde Jean de Narbonne y que nunca había abandonado completamente.

 

Germana de Foix
reina de Aragón

De modo que el esposo de Germaine desde 1506, Fernando el Católico, se veía ya poseedor de todo el patrimonio de su medio hermana la reina Leonor de Navarra Trastamara. Pero necesitaba para ello el apoyo del rey de Francia. Aunque Germana de Foix era hija de Marie, hermana de Luis XII, éste ya no podía apoyar la antigua causa de los vizcondes de Narbonne, pues ello significaba hacer aún más fuerte a su enemigo en la Santa Liga, Fernando el Católico.

Este es un hecho muy significativo para la historia de Navarra ya que Fernando el Católico ve cerradas las opciones dinásticas de su esposa Germana y a partir de ahí se van a desencadenar acontecimientos de orden militar que acabarán con la ancestral independencia política del Reyno de Navarra.

La muerte en Rávena de Gastón de Foix propicia un giro radical en la política francesa inclinando a Louis XII en favor de la reina Catalina I de Navarra Foix-Grailly y su esposo Juan de Albret, a los que otorga peligrosamente su apoyo para protegerlos en su reino de Navarra y en sus posesiones territoriales en Francia. Con este apoyo desde la corona de Francia, la neutralidad buscada por la reina Catalina era ahora impracticable. La corona navarra no era libre de seguir su propia política, entrando claramente en el campo de las alianzas de Francia.

La reina Germana de Aragón recibe el 31 de abril de 1512 una carta de Louis XII comunicándole la muerte de su hermano Gaston en Rávena. La Reina le envía inmediatamente un embajador - el abate Philippon - para reclamar los derechos sucesorios que había protagonizado su hermano Gaston. El rey de Francia no atiende la reclamación del abate y lo despide con la excusa de que Germana ha tratado anteriormente con los reyes de Navarra. Y modifica entonces su apoyo en la casa de Foix, otorgándolo ahora a Juan y Catalina, reyes de Navarra.

Fernando el Católico estaba para entonces en Burgos preparando la invasión de Aquitania con los ingleses, según había acordado con su yerno Henry VIII en el tratado de Westminster (noviembre 1511). Desde allí había solicitado a Julio II bulas de excomunión contra todos los que resistiesen a los invasores o prestasen ayuda de alguna manera al rey de Francia. No había solicitado bulas expresamente nominativas para Navarra que con toda probabilidad no hubiera cursado el Pontífice, ya que estaba satisfecho con el comportamiento de los reyes Juan y Catalina.

Aliado con los ingleses, Fernando el Católico había declarado la guerra a Francia en el mes de marzo y Francia sabía que la invasión de Aquitania era inminente. Poco antes de la decisiva batalla de Rávena (11 abril 1512), el 1 de abril, los ingleses de Henry VIII habían firmado su adhesión a la Santa Liga. Louis XII sabe que enseguida le va a venir el ataque de Henry VIII juntamente con Fernando el Católico por tierra y por mar, en Aquitania y en Normandía.

El 13 de junio había sido conquistada Bolonia - el gran objetivo de Julio II -, el día 14 era Pavía y el 22 de junio conoce el Papa la liberación de su querida ciudad de Génova y días después la salida de territorio italiano del ejército francés conducido por el general La Palice (7). El 27 de junio es la fecha de las grandes celebraciones en Roma.

Poco antes, a finales de mayo, había llegado a Pamplona el vizconde de Orval, pariente muy cercano e íntimo amigo de Alain de Albret, enviado como embajador por Louis XII para buscar la amistad de los reyes de Navarra. Encontró resistencia en los reyes de Navarra pues poco antes se había declarado a Bearn como de soberanía francesa en una sentencia del Parlamento de Toulouse de 7 de enero de 1510.

Se convino en arreglar en Blois todos los asuntos que habían alejado a Francia y Navarra. Aquella ciudad - la corte del derrotado en Italia Louis XII - debía ser un hervidero de decepciones.

Los embajadores de Juan y Catalina se dirigen sin demora a Blois para estudiar los acuerdos y abrir conversaciones sobre delicados asuntos no solamente con los franceses sino también con los embajadores de Maximiliano, quien tenía interés en ello pues había antes protegido a los reyes navarros. Los protagonistas fueron Andrés del Burgo, embajador de Maximiliano I en Francia y Salvador de Berrio, diplomático navarro en la corte imperial. Participaron en las conversaciones numerosos consejeros que tenían instrucciones de dejar arreglados en Blois todos los contenciosos o asuntos pendientes entre Navarra y Francia.

Con esta consigna, los embajadores de los reyes de Navarra ya están el 11 de junio en Blois, probablemente conducidos por Alain de Albret, quien habiéndose adelantado, se habría entrevistado antes con el rey francés.

El Católico tiene interés en conocer el desarrollo de las conversaciones en Blois pues la situación geográfica de Navarra era relevante en la campaña que se avecinaba en Aquitania con los ingleses. Tiene embajadores-consejeros en Blois que le van a informar puntualmente del desarrollo de las conversaciones.

Como planteamiento inicial de los embajadores navarros, el rey de Francia debía en primer lugar poner fin a las hostilidades que había animado en los territorios pirenaicos para apoderarse, en beneficio del “héroe de Rávena”, de las posesiones territoriales que los reyes de Navarra tenían en Francia. Para ello debía firmarse un acuerdo de paz. Al mismo tiempo se debía entrar en la negociación buscando el objetivo de sellar una alianza defensiva con Francia que garantizara la neutralidad de Navarra, sin que ello supusiera llevar a cabo una ruptura con Castilla-Aragón ni con la Santa Liga.

Luis XII accedió en principio a todas las peticiones navarras.

Catalina de Foix y Juan de Albret no podían saber todavía que el Papa iba a adoptar en los próximos días una actitud generosa y pacificadora, una vez que los acontecimientos en Italia habían girado hacia su exaltación, y deseaban mantener ante Louis XII la opción de neutralidad que habían adoptado antes para el Reyno de Navarra. Pero durante la negociación los acontecimientos se precipitan.

Pocos días antes de la llegada de los embajadores navarros a Blois, Fernando el Católico recibe comunicación el 8 de junio de que los primeros contingentes militares de sus aliados ingleses - a las órdenes de Thomas Grey segundo marqués de Dorset - estaban desembarcando en Pasajes para disponerse a atacar juntos Aquitania. Venían los ingleses sin caballos y con poco armamento que el Católico se había comprometido a suministrarles, una vez llegados a España. Los navíos de Dorset habían sido escoltados hasta Pasajes por el guipuzcoano Juan de Lazcano, capitán General de la armada de los Reyes Católicos (8).

Don Fadrique de Toledo, segundo duque de Alba, se había instalado desde el 13 de junio en Vitoria para preparar el ejército que se habría de unir al inglés y que podía servir tanto para la invasión de Gascuña por el camino de Bayona, como para la conquista de Navarra por Salvatierra, cerca de la frontera de Álava con Navarra.

Fernando el Católico propone al marqués de Dorset entrar primero en Navarra pues “no conviene dejar enemigos a la espalda”, pero el inglés rehusa acompañarle en esta aventura, comunicándole que no había recibido órdenes para ello sino solamente para atacar al rey de Francia en Aquitania.

El 20 de junio se reúnen Cortes en Pamplona y los reyes Juan y Catalina informan de lo que se está tratando en Blois. Comunican su satisfacción por el hecho de que el rey de Francia les mostrara su amistad, ahora que habían finalizado los conflictos que tuvieron con el vizconde de Narbonne al morir Gaston en la batalla de Rávena. Y que también conservaban la amistad con su tío el rey don Fernando, debiendo todavía concluir las conversaciones que habían abierto con el rey de Francia (9).

Pero el mismo día en que los reyes se habían reunido con las Cortes llega a Pamplona la contestación del rey Católico pidiendo algunas plazas para su seguridad pues la ratificación de la paz no sería suficiente, o bien que se entregara en rehenes al Príncipe Enrique de Viana. Juan de Albret hace saber al rey Católico que puede acordar ciertas seguridades para el caso de Navarra - aunque no entregará ni Estella ni San Juan de Pié de Puerto - pero no puede hacerlo para sus posesiones al otro lado de los Pirineos pues - con la excepción de Bearn que está en pleito - se trata de territorios enfeudados con la corona de Francia. De inmediato aprueban las Cortes levantar 300 hombres de a caballo y 4.000 infantes.

En las conversaciones de Blois los principales puntos de fricción con Francia fueron el respeto a la soberanía histórica de Bearn (10) y el mantenimiento de la alianza navarro-castellana que Francia se negaba a admitir. Los reyes de Navarra finalmente consiguen:

  • reconocimiento de la soberanía de Béarn
  • revisión de las sentencias condenatorias del Parlamento de Toulouse
  • concesión de una serie de plazas en el ducado de Nemours y en el condado de Foix
  • libre circulación de la moneda navarra y bearnesa en Francia
  • el príncipe Enrique de Viana casará con la hija menor del rey de Francia llamada Renée (1509-1575), condesa de Chartres (11).
  • el rey de Francia otorgará el ducado de Nemours y el condado de Armagnac a los reyes navarros.

pero éstos deben aceptar a cambio:

  • cerrar los pasos pirenaicos a las tropas castellanas
  • dejar a salvo la ayuda que deben prestar al rey francés como vasallos suyos que lo son por sus territorios-feudo de Francia, pudiendo permanecer neutrales solamente por Navarra y Bearn.
  • considerarse con los franceses amigos de amigos y enemigos de enemigos y socorrerse mutuamente de todos y contra todos
  • declarar la guerra a los ingleses y a los otros enemigos del rey de Francia que fuesen en su compañía, aunque no así contra Fernando el Católico
  • poner al Príncipe Enrique de Viana en rehenes en poder del rey de Francia

Estas claúsulas anulaban de hecho todas las demás de neutralidad de Navarra. Según el historiador Boissonnade, la redaccción del tratado era incoherente a sabiendas de los franceses y comprometió a los reyes navarros en una alianza ofensiva que ellos no habían deseado, haciendo con ello imposible el mantenimiento de la neutralidad de Navarra. El Reyno estaba en peligro a menos que los reyes Juan y Catalina hubieran podido separar claramente en Blois los asuntos del Reyno de Navarra de los que concernían sus territorios enfeudados con el rey de Francia:

  • condado de Foix
  • condado de Bigorre
  • vizcondado de Nebouzan
  • vizcondado de Marsan
  • vizcondado de Tursan
  • vizcondado de Gabardan
  • co-señoría de Andorra

así como los extensos señoríos de la Casa de Albret, principalmente el Perigord, Limoges y las Landas, no así el vizcondado de Béarn que gozaba de una soberanía de facto - no así independencia - reconocida por el rey de Francia, ni la Baja Navarra de Ultrapuertos, territorio constitutivo del Reyno de Navarra.

Manteniendo a ultranza la unión de Navarra con dichos dominios franceses se corrió el riesgo que resultó fatal de mantener la independencia política de la corona de Navarra. No obstante haber dejado claro los reyes navarros que el rey de Francia no podría exigirles apoyo en su lucha contra Fernando el Católico, pudiendo permanecer neutrales en los asuntos de Navarra, no tomaron esta salvaguardia respecto a las luchas de Francia con la Santísima Liga de Julio II. Lo que no debió tener importancia, pues resultó que esa guerra no se reanudaría.

El resultado del tratado de Blois fue en cualquier caso negativo para Navarra, no por lo que contenía - pues se tomaron suficientes salvaguardias de neutralidad - sino por el uso fraudulento que de él pudo hacer Fernando el Católico. En las conversaciones de Blois los embajadores navarros salvaron la vigente alianza con Fernando el Católico y se puso a salvo el señorío de Bearn de la confiscación de su soberanía que le amenazaba, pero el texto redactado pudo interpretarse que se trataba realmente de una alianza ofensiva-defensiva con Francia, lo que quizá pudo haber sido propiciado por el propio Alain de Abret (12). El Rey Católico no tuvo gran dificultad en hacer creer al pontífice Julio II - a quien asediaba ya la muerte - que se trataba de una alianza en toda regla y que debía ser considerada como cismática según lo acordado en la creación de la Santa Liga.

Mientras se desarrollan las conversaciones en Blois, llegan a Pamplona Antonio de Acuña, obispo de Zamora y Sir John Still, antiguo embajador inglés, enviados por el duque de Alba y el Marqués de Dorset, portadores de las conocidas exigencias del Católico. Tal como había acordado el Consejo de Castilla el 15 de julio, pidieron libre paso a sus tropas por Navarra y Bearn y como garantía de que no serían atacados, los castellano-ingleses exigieron la entrega a los castellanos de la fortaleza de Estella y de las de la ruta a las tierras de Ultrapuertos, Maya y San Juan de Pié de Puerto. Poco después el rey Juan envía a su mariscal Pedro de Navarra a entrevistarse con el Católico pero informa por escrito el mariscal a su rey que “nos piden cosas imposibles de conceder”. Al rey Católico no le frenó la negativa navarra: “tomaré de fuerza lo que me niegan de buen grado” se le ha citado en los relatos históricos.

Tras la finalización de las conversaciones de Blois, Alain de Albret pone su firma el 17 julio de 1512 sobre lo acordado, recibiéndose el 20 de junio en Pamplona la aceptación francesa de los términos acordados. Fernando el Católico rompe entonces relaciones con Navarra y hace publicar un texto interpretativo, exagerando lo suscrito en Blois.

El Católico ya no necesitaba contemplar como conveniente la neutralidad que tanto había querido imponer en Navarra desde que vino a Vitoria en julio de 1476. Si los navarros no eran ahora sus aliados incondicionales, serviría mejor a su causa considerarlos como enemigos. La Santa Liga le servía para acomodar maquiavélicamente su conciencia a su conveniencia, algo que había aprendido de su padre don Juan y durante su reciente estancia en Italia.

Sabía que en Roma todo estaba en su favor. Julio II no habría olvidado cuando César Borgia - aliado con Navarra y con Francia - acompañado del cardenal de Albret intentó tomarle prisionero en la época en que él era cardenal y el pontífice era su padre el papa Borgia Alejandro VI. Este Borgia que tanto le había hecho sufrir y humillado. Fernando el Católico sabía que el Papa no le podía negar nada por la ayuda que le había prestado contra Luis XII y estaría sin duda predispuesto a creer a su embajador Jerónimo Vich cuando éste se presentara a relatarle los “malhaceres” de los reyes de Navarra en Blois. No le habría sido difícil conseguir las bulas condenatorias que Fernando hacía tiempo le había solicitado.

Bien avanzado el mes de julio, las tropas vasco-castellanas del duque de Alba ya se han acantonado en Salvatierra, cerca de la frontera de Navarra, de donde han empezado movimientos de salida el día 19 de julio. Al día siguiente de la reunión de las Cortes de Pamplona, las tropas del duque de Alba violan la frontera de Navarra adentrándose por el valle de Burunda.

 

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4 las bulas de Julio II

 

4.1 las armas canónicas de Fernando el Católico
4.2 primera bula
4.3 segunda bula
4.4 tercera bula


4.1 las armas canónicas de Fernando el Católico 

La muerte en Rávena - 12 de abril 1512 - de Gaston de Foix sin descendencia es un hecho que con toda probabilidad provoca la determinación del rey Católico para hacerse con la corona del Reyno de Navarra pues es su esposa Germaine de Foix quien detenta ahora las reclamaciones para heredar los derechos al señorío de Bearn y condados de Foix y otros en terrotorio francés, incluso ciertas pretensiones al Reyno de Navarra.

Fernando debe entonces sustituir el apoyo - que no podrá obtener - del rey de Francia por la legitimidad que le otorga un apoyo canónico del Pontífice en el marco de la Santa Liga. Fernando sabía que Julio II expedía bulas sin mayor miramiento, pues no tuvo incoveniente en financiar algunos de sus grandiosos proyectos arquitectónicos de la Santa Sede con subvenciones a cambio de emisión de bulas de indulgencias. Se ha citado a Fernando el Católico decir que “a V. Santidad no le cuesta más que pergamino y tinta”. Fernando cultivó a quien podía "dar y quitar reinos". En la teoría política de la época - el origen divino de la autoridad monárquica - el poder de los soberanos venía de Dios y por eso su coronación iba precedida del sacramento de la sagrada unción. Siendo el pontífice el representante de Dios en la tierra, lo que él atara o desatara en la tierra sería de derecho divino. Así, el deber de obediencia de los pueblos a los reyes podía ser “desatado”por los sucesores de Pedro en la tierra en situaciones consideradas cismáticas. Los reyes Juan y Catalina de Navarra ya habían sido acusados de heterodoxia por la Santa Inquisición en 1512.

Desde que Fernando el Católico conociera la muerte de Gaston de Foix en Rávena y comenzara a preparar desde Burgos la invasión de Aquitania con sus aliados ingleses de Henry VIII, reitera a su embajador en Roma que obtenga del Pontífice bulas de excomunión contra todos los que resistiesen a los invasores o prestasen ayuda de alguna manera al rey de Francia. No sería aventurado pensar que el Católico no solicitó bulas expresamente nominativas contra los reyes de Navarra pues pudo temer que el Pontífice no accediera a ello ya que estaba satisfecho con el comportamiento de los reyes Juan y Catalina, que hasta la muerte del héroe de Rávena, habían estado enfrentados con Louis XII.

El 5 de junio Fernando vuelve a escribir a su embajador Vich en Roma para que con el mayor sigilo consiga “bulla” del papa Julio II que ahora solicita con más concreción:

“con la qual puedan ser requeridos el rey y la reyna de navarra...” 

para que pueda tomar Navarra en vistas a la seguridad

“para devolverla después”,

“con tanto que despues de acabada la empresa de Guiayna gela devuelva”. 

También insiste en que se le den bulas que excomulguen a los reyes navarros:

“con conminación de privarles de aquellos estados como si,
dicho es,
fuessen contra la Iglesia” 


Probablemente el Católico había planteado un uso alternativo: una bula que autorizase la ocupación de Navarra durante el tiempo de la guerra en Guyenne y otra confiscando la corona a los Foix-Albret en el caso de que se uniesen a Francia. Los archivos de Simancas muestran claramente las intenciones del Católico antes de concretarse los acuerdos de Blois.

El Papa Julio II finalmente expide tres bulas:

  • (1ª) “ ET SI HII QUI CHRISTIANI NOMINIS“

fechada el día 12 de calendas de agosto 1512, año 9 del pontificado de Julio II, es decir, en nuestro calendario actual el 21 de julio de 1512.

  • (2ª) “ PASTOR ILLE CELESTIS “

fechada igualmente el día 12 de calendas de agosto 1512, año 9 del pontificado de Julio II, es decir, en nuestro calendario actual el 21 de julio de 1512.

  • (3ª) “EXIGIT CONTUMACIAM“

fechada el día 12 de calendas de marzo 1512, año 10 del pontificado de Julio II, es decir, en nuestro calendario actual el 18 de febrero de 1513

Sorprende constatar que precísamente el mismo día en que están fechadas en Roma las dos primeras bulas - 21 de julio - el ejército del duque de Alba viola la frontera y entra en Navarra con sus tropas vasco-castellanas. Un mes más tarde, el 22 de agosto se publica en la catedral de Calahorra la segunda bula “pastor ille celestis” y Fernando el Católico se intitula entonces “rey de Navarra”. La tercera bula está fechada casi siete meses más tarde, en febrero del año 1513, tres días antes de la muerte del Pontífice Julio II.

Las dos primeras bulas habían tardado un mes en llegar a Navarra y se publican rápidamente en Calahorra cuando la conquista estaba ya prácticamente terminada. Sólo resistían por entonces el castillo de Estella y el de Tudela.

Las bulas no influyeron por lo tanto en la determinación del momento de llevarse a cabo la conquista del Reyno, sino que, tal como Fernando el Católico había escrito a su embajador Jerónimo Vich en Roma, en el mes de junio:

“no he de sperar las susodichas bullas”

Las dos primeras bulas son monitorios o advertencias previas redactadas en términos generales e impersonales. La tercera bula ya califica a los reyes de Navarra de “hijos de perdición”  y los excomulga, anatemiza y maldice, privándolos de su dignidad y otorgando sus estados a los que los hubieran capturado o capturaren.


4.2 primera bula “et si hii qui christiani nominis”

de 21 de julio de 1512

La primera Bula no cita ningún pueblo, ningún personaje.

Se trata de un “monitorio del Papa Julio II advirtiendo las penas en que incurrirán cuantos favorecían el cisma promovido por el Rey de Francia y con motivo del cual fueron privados de su Reino los Reyes de Navarra, y detallando la conducta que habían de observar los que hubieren tomado las armas para defender a los mantenedores del cisma, si arrepentidos quisieran dejarlas”, según se explica su contenido en el archivo de Simancas (13).


4.3 segunda bula “pastor ille celestis”

de la misma fecha 21 de julio de 1512

La segunda Bula es más explícita en su personalización ya que la advertencia se dirige “sobre todo” a los “Vascis Cantabris” y “a todos los lugares circunvecinos que siempre fueron devotísimos de la Santa Sede”. La caligrafía de esta bula es la misma que la de la primera, en nuestra apreciación.

Lanza esta bula una condena condicionada de excomunión generalizada a todos los comprometidos con el rey francés Louis XII

“el que obrare en contra,
aunque esté revestido de la dignidad de marqués, duque, rey, obispo
u otra cualquiera eclesiástica o civil,
pasados tres días desde la publicación de las presentes
en las iglesias de Zaragoza, Calahorra, Burgo y Elna...”

Sus partidarios disponen de tres días para abandonar al francés y librarse de las penas canónicas. Los que se resistieran quedarían privados de sus dignidades, honores, feudos, privilegios y convirtiendo en cosa pública todos sus bienes

“que pasen a ser propiedad del primer ocupante de ellos,
de igual suerte que sus ciudades, fortalezas, tierras
y demás lugares a ellos sometidos”.

En este grave asunto la bula no precisa su alcance de forma explícita, pues ni Navarra ni los navarros son nombrados en ella, sino los “vasci” o “vascos”. En esa época este término designaba comúnmente solo a los vascos de las tierras de Ultrapuertos, los que actualmente se conocen en Francia como los “bas navarrais”. De lo que sería poco comprensible o verosímil interpretar que la bula se dirigía únicamente a los navarros que habitaban en las tierras de la Baja Navarra.

También es equívoco el término utilizado “cantabri”. En la antigüedad greco-latina e incluso más tarde se designaba con ese término los pueblos de la costa al oeste de Álava y Vizcaya - hacia Santander - así como a los moradores de los territorios que conforman las actuales provincias vascongadas en donde se situaban entonces las tribus cántabras de los autrigones, carístios y várdulos. Según ésto, los vecinos de estos cantabri a que alude la bula, serían entonces por deducción los castellanos al sur, los gascones al norte y los navarros al este. Pero no parece lógico sostener esta interpretación, por lo que debe concluirse sencillamente que el alcance de la bula no fue suficientemente explícito y claro.

En cualquier caso, estas disquisiciones son actuales y no se habrían hecho en la época. Los canonistas castellanos interpretaron - pues así lo había solicitado el Católico a su embajador en Roma - que los reyes navarros, como aliados del rey de Francia en el tratado de Blois, quedaban fuera de la Iglesia al hacerse efecta la excomunión por su desobediencia al tercer día al mandato papal. Y que el Pontífice por lo tanto estaría en el derecho como cabeza de la soberanía espiritual de desligar el Reyno de Navarra de sus reyes Juan y Catalina. Puesto que en la doctrina de la época el papa no podía imponer otro monarca por no estar la jurisdicción terrenal en su autoridad, esta bula no legitimó una ocupación de conquista de un reyno. Según la interpretación castellana, esta legitimación se originaba por sí sola al firmarse el tratado de Blois. Legitimada así una eventual conquista, esta bula venía entonces a legitimar la adquisición por un tercero de un trono vacante, de un reyno ya desligado de unos soberanos felones a la Iglesia.

Esta bula debía ser proclamada y mostrada en las iglesias catedrales de Burgos, Calahorra y Tarazona, que son en Castilla y en Aragón, pero no en Navarra cuyo motivo no ha sabido interpretarse por los historiadores. Fué probablemente Pierre Martyr, consejero del Rey Católico, quien se encargó de la proclamación en Burgos el 22 de agosto. Debía también proclamarse en Elne que se encuentra en la Cerdaña francesa, deconociéndose la razón de ello.

4.4 tercera bula “exigit contumaciam“

de 18 de febrero de 1513

La tercera Bula - según se resume su contenido en el archivo de Simancas - se trata de una “bula del Papa Julio II privando del Reino de Navarra a los Reyes D. Juan y Dª Catalina, por favorecer el cisma promovido por Luis, Rey de Francia, en el que fueron degradados los Cardenales Bernardino de Carvajal, Guillermo de Brissonet, Renato de Prie y Federico de Sanseverino; y haciendo donación del citado Reino al que lo conquistase” (14).

Se expide esta bula tres días antes del fallecimiento de Julio II (noche del 21-22 febrero 1513) y califica a los Reyes de Navarra de “hijos de perdición” y los excomulga, anatemiza y maldice, privándolos de su dignidad y otorgando sus estados a los que los hubieran capturado o capturaren”

“(...) a los arriba mecionados,
Juan y Catalina
excomulgados, anatemizados, maldecidos,
autores de cisma y herejía
y reos de lesa divina majestad y del eterno suplicio,
y privados y despojados de todo título, honor y dignidad real,
entregando sus reinos, dominios y bienes a quienes los hubieran capturado o capturaren,
expropiados según guerra justisima y sacrosantisima,
anunciamos y declaramos que
el título y dignidad de Reino,
no solo del Reino de Navarra, Ducados, Condesados y resto de sus Dominios temporales
sino de todos sus bienes arrebatados de las manos de Juan y Catalina
que se les hayan desposeido o se les desposean en el futuro,
siguiendo un derecho enteramente justo”.

Cómo logró Fernando el Católico obtener las bulas de Julio II es cosa que probablemente no se conocerá. Algunos historiadores no han descartado la posibilidad de que el embajador Vich - especialmente con respecto a la tercera bula - hubiera llegado al soborno para obtener la firma del Pontífice. La bula se emite solamente tres días antes de la muerte de Julio II lo que el sentido común da pié en alguno autores a pensar que ni el propio Papa pudo quizá enterarse de la emisión de esta bula obtenida por la astuta intervención del embajador del Rey Católico en Roma. Pues no eran escasas las influencias del Rey de Aragón en Italia en aquel crítico momento en que ya se veía próximo un cónclave en el que los cardenales hispanos podían tener una importante influencia numérica en la elección del nuevo pontífice.

No pocos historiadores pensaron en el pasado que las bulas no eran auténticas y ha existido abundante controversia sobre este asunto. Y muy en particular sobre esta tercera bula, ello en razón de su datación. Al llevar esta bula una fecha de febrero 1512, algunos historiadores pensaron que estaba sin duda falsificada pues se había cometido el error de poner una fecha cinco meses anterior a los hechos ocurridos, la usurpación del trono y emisión de las dos bulas de 21 de julio. Además, está referida al 10º año de pontificado y las de julio al 9º año.

Estas aparentes inconsistencias dieron pié a pensar que se había llevado a cabo una mala falsificación. Sin embargo los que ésto pensaron no tuvieron en cuenta que las tres bulas están datadas de acuerdo con el calendario de la Encarnación (15) y por lo tanto los argumentos avanzados para objetar la autenticidad de la tercera bula en base a su errónea datación no tienen valor documentalmente (ver nota sobre cómputo de años)

El rey de Francia había sido el cismático principal por promover el Conciliábulo de Pisa. Sin embargo y contrariamente al caso de Navarra, no fué privado por el Papa de su reino. Para ser admitido al Concilio de Trento en 1513 bastó con que Louis XII firmara una declaración por la que se comprometía de antemano a admitir y respetar las decisiones conciliares. Mientras que los reyes de Navarra tuvieron como principal objetivo al suscribir el tratado de Blois alejar las amenazas de Louis XII sobre sus posesiones feudales del sud-oeste de Francia, el Católico - con la connivencia de Roma que expide las bulas - los considera cismáticos y consigue que el Papa los declare privados de su trono.

Se entiende mal que el Pontífice hubiera preparado para Navarra condenas canónicas más severas que para el propio rey francés.

Y sorprende todo ello tanto más cuanto que el mismo Julio II había acordado una bula de fecha poco anterior, 21 junio de 1512, concediendo privilegios al dean de Tudela en la que se trataba cariñosamente a los reyes de Navarra:

“ilustres carísimos hijos en Cristo
los Reyes de Navarra
Don Juan y Doña Catalina”.

* * *

 

saber más:

"armas canónicas del pontífice Julio II"

 

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5 tropas vasco-castellanas invaden Navarra. Año de 1512.


Fernando el Católico ordena el 17 de julio de 1512 al duque de Alba salir de Vitoria y tomar el camino hacia Salvatierra de Álava, en la zona fronteriza del Reyno de Navarra.

El día 19 llegan también a esta villa 3.000 soldados de infantería procedentes de Guipúzcoa, seguidos por 1.000 hombres de Álava bajo el mando del capitán Diego Martínez y 2.000 vizcaínos al mando de los señores de Abendaño y Butrón.

Por la frontera de Aragón penetran 3.000 infantes y 400 caballeros al mando del arzobispo de Zaragoza, hijo del rey Católico, con la misión de cortar el camino que desde Francia atravesaba el valle del Roncal.

Fernando el Católico no temía una reacción bélica de Francia pues había dejado en Rentería e Irún una fuerza disuasoria de unos 10.000 hombres enviada por su yerno Henry VIII al mando del almirante Dorset.

El 21 de julio de 1512, un importante ejército de tropas vasco-castellanas (16) al mando del II duque de Alba irrumpe en el Reyno de Navarra por el valle de Burunda. Esa noche pernocta en Echarri Aranaz y el día 22 en Huarte-Araquil. El día 23 las tropas están en las puertas de Arazuri y avistan Pamplona, precedidas por el conde de Lerín.

Estando el ejército castellano a dos leguas de la ciudad, el duque de Alba la intimó a rendición. Los jurados de la ciudad pidieron algunos días de término para responder - pensando sin duda en ganar tiempo por si venían tropas a socorrerlos enviadas por el Rey - pero el Duque contestó:

“que los vencedores solían dar leyes á los vencidos
y no los vencidos á los vencedores
y que tratasen de entregarse á discrecion,
sino querían esperimentar las muertes y daños
de las ciudades entradas á saco”

El 24 de julio de 1512 el duque de Alba cruza el río Arga y se instala en el campo de la Taconera cerca de la muralla, intimando de nuevo a la rendición. Los castellanos publican que los navarros que no abandonasen a su rey estaban excomulgados y

“eran hereges por ser fautor de los franceses cismáticos
que intentaban matar al Papa:
y que así lo tenía ceclarado Su Santidad en una bula,
aplicando el reino de Navarra al rey Católico,
en recompensa de los gastos que debía hacer en defensa de la Iglesia”.

murallas de Pamplona

Pamplona, indefensa, capitula pacíficamente y se acuerda que las tropas no entren en la ciudad hasta el día siguiente. Entra sin embargo en su ciudad Luis IV de Beaumont, III conde de Lerín, anticipándose al duque de Alba. La familia real navarra había ya comenzado la marcha hacia Lumbier desde que el Duque vulneró la frontera el día 21 de julio. Juan de Albret había abandonado Pamplona la tarde del 23 prometiendo a los jurados que volvería con refuerzos del rey de Francia, pero ya no habría de volver.

 

zonas dominadas por agramonteses y beamonteses



Los jurados de Pamplona acuerdan términos de capitulación con salvaguardia de los bienes de sus moradores y de los fueros y privilegios que tenían respetados por sus reyes y bajo condición de que fueran indemnizados por los daños que hicieran las tropas del duque. Solicitaban también en la capitulación la concesión de un plazo de 30 días para someterse los que habían marchado acompañando a los reyes de Navarra. La parte castellana amenazaba en el documento de capitulación con que si no se le daba la ciudad sin dilación “procedería contra ella y sus vecinos, como contra cismáticos y rebeldes a la Iglesia, poniéndola sin piedad a fuego y sangre...”.

Al día siguiente 25 de julio, no avanzada la mañana, el Duque recibe de los jurados las llaves y entra en la ciudad sin violencia. Cuesta llamar a esta acción una “conquista” pues prácticamente no hubo resistencia - sin remedio ninguno de deffension (...) por no yncurrir en las penas e censuras por su Santidad contra los rebeldes a la sancta madre yglesia - pero de eso se trató (17), aunque los de Pamplona lo verían al principio como un cambio dinástico - otro más - en el Reyno. Así lo vieron al menos los beamonteses de don Luis de Beaumont que abrieron la marcha de las tropas del Duque.

La última ciudad sudpirenaica en capitular será Tudela el 9 de septiembre. Como había ocurrido en Pamplona y todas las demás villas, Tudela obtiene promesas de respeto a sus fueros, usos y costumbres. Fernando el Católico había conseguido que Navarra capitulara usurpando por amenaza bélica y eclesiástica el trono de sus reyes. Los navarros probablemente prefirieron no verlo así en un momento de confusión nacional navarra. Arrastrando un cansancio civil de más de 60 años de guerras internas, de usurpaciones contínuas del trono y de afrentas y desaires a la debida legitimidad dinástica, hubieron de verlo como otro cambio dinástico con una nueva afrenta a la legitimidad, a lo que ya estaban acostumbrados. A la entrada del duque de Alba en Pamplona, su desfile militar habría sido acogido con silencio. Aunque el Católico había proclamado que la ocupación de Navarra sería temporal

“para devolverla después”
“con tanto que despues de acabada la empresa de Guiayna gela devuelva”

hasta finalizar la campaña bélica en Francia - a la que renunció y los ingleses debieron volver a Inglaterra en octubre de ese año 1512 - Navarra nunca recuperaría su status anterior de reyno políticamente independiente.

Entregadas ya las llaves de la ciudad, se encuentran en el campo de la Taconera el 29 de julio el duque de Alba y los enviados de la reina Catalina desde Lumbier - el copista notario Martín de Jaureguizar, el bachiller de Sarría y el Alcalde de Corte don Pedro de Nabaz - y acuerdan el día 30 unas Capitulaciones que servirían de base a un convenio definitivo. Esta embajada declaró que los reyes navarros aceptarían de antemano las condiciones que el rey Católico propusiera:

“(...) fue asentado e concluydo que el Rey e la Reyna de Navarra,
toda la empresa, causa e negociacion que proseguía
el dicho señor duque contra los dichos Reyes e su Reyno
enterament aya de ser e sea remitida
a la voluntade disposicion
de dicho católico Rey de Aragón,
para que su Alteza pueda disponer e ordenar segund mejor le pareciere,
e aquello se cumplirá e terná por los dichos reyes de Navarra sin contravenimiento alguno”
.

Esto suponía una rendición incondicional pues se dejaba a que todo - trono y Reyno - fuera decidido más adelante por don Fernando. En realidad era lo equivalente a haber dado “un poder pleno" al Católico para que resolviera a su entender el problema que la invasión armada había creado. Y para asegurar el cumplimiento de los reyes navarros:

“(...) para que al dicho señor duque sea cierto que los señores reyes de Navarra ternán e guardarán lo que por el dicho católico rey fuere ordenado y mandado (...) en rehenos e seguridad de aquello serán cedidos los castillos de San Juan de Pie de Puerto y de Maya al dicho señor duque capitán general (...)”.

 exigiéndose además,

“por evitar algunos ynconvenientes que de lo contrario seguirse podrían, queda asentado que el señor Rey de Navarra aya de salir e salga del reyno de Navarra, e principiará su viaje e salida mañana postrimero día de jullio.”.

Seguidamente el Duque “promete su fe e palabra de caballero” que hasta que don Fernando sea consultado sobre todo esto,

“no pasará más adelante ni a ser detenido ni a ocupar cosas alguna de los dichos señores Reyes de Navarra”.

 Con toda prontitud Fernando el Católico respondía el 31 de julio desde Burgos con su mandamientoen el que toma a la letra el “poder” que le han otorgado sus sobrinos-nietos, los reyes navarros para solucionar la situación creada:

“Y visto que el dicho duque de Alba (...) ha asentado
con el dicho rey nuestro sobrino
en nombre del y de la dicha Reyna nuestra sobrina
una capitulacion en la qual en sustancia se contiene que
toda la empresa, causa e negocio que
el dicho nuestro capitan general prosseguia
contra los dichos Rey e Reyna nuestros sobrinos e su Reyno,
los dichos Rey e Reyna la remiten enteramente a nuestra voluntad y dispusición
para que nos podamos disponer y ordenar
según meior nos paresciere
y que aquello se cumplira e terna por los dichos Rey e Reyna nuestros sobrinos
sin contravenimiento alguno. 

El Católico entre sus razones para dar una apariencia de legitimación a su conquista recordará esta “entrega voluntaria” de los reyes navarros. En este documento aduce los motivos para legitimar la ocupación haciendo alusión a un párrafo firmado en la Santa Liga:

“Item, que si algún rey, príncipe o potentado, pueblo o cualquiera otro
se opusiese a esta liga y alianza para que nuestro santísimo padre
no pueda recuperar a Bolonia y su condado y distrito y otras ciudades (...)
en tal caso todos los confederados quedan estrictamente obligados a proceder,
por derecho de esta liga y alianza,
contra el que así se oponga y resista,
con todas sus fuerzas y en guerra abierta,
para apoderarse de todas las ciudades, tierras, fortalezas y lugares, estados y dominios
que en Italia tuviese el que así se oponga (...)
pueda dicho confederado, si las recuperase, retenerlas y poseerlas lícitamente (...)”
“(...) y en la capitulacion de la dicha nuestra santissima liga
fue firmado por su santidad
por ser assi necesario paral remedio de la Yglesia y de la Christiandad
que por lo que alguno de nos los dichos confederados fuesse tomado fuera de Italia
de los que en cualquier manera se opusiessen
a la empresa dela dicha santissima liga
ahunque fuessen Reyes
lo pusiessemos retener”.

El “poder” tan amplio que habían otorgado los reyes navarros indica que confiaban en la rectitud del monarca Católico. Pero tomando éste ventaja por disponer de mejor y más reciente información que los navarros sobre los aconteceres en Italia, hace ahora - con engaño - alusión a “recuperar Bolonia”, pero ésta ya había sido reconquistada para entonces por el Papa, el general francés La Palice ya había abandonado el 28 de junio el territorio italiano con todo su ejécito, el Conciliábulo de Pisa ya había fracasado y el Papa, exultante de alegría en Roma, se estaba mostrando generoso con sus enemigos. En esa situación, esboza el Católico el 31 de julio una situación que correspondía más bien a la fecha de constitución de la Santa Liga. No a la situación que se daba tras la victoria del Papa. El argumento usado por Fernando de que la invasión se justificaba por la citada claúsula de la Santa Liga, ya no tenía entonces justificación. Los jurados de Pamplona no lo sabían

“ y por no yncurrir en las penas e censuras por su Santidad contra los rebeldes a la sancta madre yglesia”

entregaron las llaves de la ciudad.

consultar:

"armas canónicas del pontífice Julio II"

 

Poco después, al llegar la bula "pastor ille celestis" a Castilla y proclamarse el 22 de agosto en Calahorra, don Fernando constata que todo ha resultado mejor y más fácil de lo que esperaba. Francia no ha reaccionado para defender a sus aliados de Blois, los navarros no presentaron lucha y los Reyes, abandonando el Reyno, habían puesto la solución en sus manos. Y ahora se encuentran ya en Sauveterre de Bearn, junto a la frontera de la Baja Navarra, quedando el Reyno a su disposición sin mayor oposición. Le había bastado prometer mantener los fueros, usos y costumbres y los privilegios tenidos por cada villa para obtener de los navarros los juramentos de lealtad.

Sauveterre de Béarn

Tiene ahora a su favor lo civil, lo canónico, lo militar, lo político. Da entonces un cambio drástico sin miramientos y se intitula rey de Navarra. Había declarado que se posesionaría del Reyno de Navarra solamente hasta terminar la empresa de Guyenne y que lo devolvería luego, aunque decidiendo él cuando, la forma y la manera. Se intitulaba al principio de la conquista:

“depositario de la corona de Navarra
y del Reino,
       y del señorío
              y mando del” 

La anunciada temporalidad de su conquista se ha desvanecido ahora que todo resultó tan fácil. Los reyes navarros dejan por ello de confiar en él y sabrán desde entonces que la recuperación del Reymo no podrá hacerse por una negociación con el Católico, sino por vía armada. con armas y ayuda del rey de Francia.

Así, tan pronto como muere el rey Fernando el 23 de enero de 1516, intentarán recuperar el trono navarro por las armas, habiendo sido nombrado regente el cardenal Cisneros hasta la llegada de Carlos V procedente de Flandes.

Tras la capitulación de Pamplona, Juan de Albret ya se ha reunido en Sauveterre con Catalina de Foix y numerosos caballeros navarros que les han acompañado. El duque de Alba se dirige también al otro lado de los Pirineos para someter los territorios de Ultrapuertos, mientras sus lugartenientes van rindiendo de este lado de los Pirineos otras villas navarras. El 11 de agosto sucumbe Sangüesa, el 18 Viana, el 3 de septiembre el valle del Roncal, el 9 se rinde Tudela al constatar que no llegan los refuerzos repetidamente prometidos por la reina Catalina desde Sauveterre de Bearn (18). En cada villa se suceden numerosos juramentos de fidelidad a don Fernando (villas, concejos, alcaldes, jurados, vecinos de los valles, universidades, procuradores, síndicos, prior de la Orden de San Juan de Jerusalén, etc), normalmente seguidos de juramento en nombre del Católico de guardar sus fueros y privilegios.

La toma de la ciudad de Estella había sido llevada a cabo por tropas alavesas conducidas por el Diputado General y Capitán, Diego Martínez de Álava. Las Juntas de Álava habían solicitado a Fernando el Católico el honor de participar en la toma de Estella. El 6 de octubre Fernando hizo saber a Diego López de Alava que en reconocimiento de los deseos marciales de esa Provincia les acordaba la autorización de conquistar con sus gentes la fortaleza de Estella. Y el 14 de octubre les concedía la exclusiva de participar en la conquista ya que desde el primer momento había sido “nuestra intencion” que la empresa de Estella perteneciera a las gentes de la dicha Provincia, sin que se entrometieran gentes de otros lugares. El 27 de octubre se reúne en Vitoria la Asamblea de Álava y organiza una movilización general reclutando “tanto padres como hijos” bajo pena de muerte. Y la Asamblea da instrucciones que todos se presenten con toda urgencia en Estella con armas preparadas para disparar y con avituallas para al menos ocho días. Los que no vinieran sería privados de todos sus bienes y de su vida ya que había que cumplir este servicio para “su Alteza”.

En Estella resiste Juan Ramírez de Baquedano, señor de San Martín de Améscoa y no se rinde hasta el 30 de octubre.

En algunos casos, como el de Tudela, representantes de las villas marcharon a Burgos para otorgarse los juramentos en presencia del rey Católico.

En otros casos, como ocurrió con los de Pamplona en el convento de San Francisco, el duque de Alba tras dar argumentos sacros para justificar la conquista pedía a los jurados:

“os ruego y encargo que jureis
por vuestro rey y señor natural
al Rey nuestro Señor
y de le ser leales vasallos”

 
a lo que pidieron tres días para pensarlo y respondieron luego que:

“estaban prestos de le tomar por rey e señor,
mas que rey natural no podian,
en quanto el otro era vivo,
a quien tenian jurada naturaleza...
que ser subditos estaban prestos para lo jurar,
mas que vasallos no podian ni lo debian jurar”.

El 20 de septiembre el duque de Alba toma finalmente posesión de San Juan de Pié de Puerto. Los reyes se habían alejado de Sauveterre y se encontraban entonces en Orthez. El rey Juan de Albret no quiere permanecer en un silencio comprometedor y dirige un manifiesto y exorto el 30 de septiembre de 1512 elevando su protesta a los castellanos:

al Condestable, duques, marqueses, condes, vizcondes, barones, caballeros y fijosdalgo, alcaides, justicias, jurados de las ciudades, villas, etc de Castilla: 

“No ignorais cómo a todos vos es notorio e público
la grande sinrazón e tiranía que a Nos e a la Reina
nuestra muy cara e muy amada mujer
ha seído fecha por el rey don Fernando, nuestro tío,
en habernos usurpado e tomado por fuerza
este nuestro reino de Navarra (...)” 

“(...) a menos que jamás por Nos le haya seído dada nenguna causa
ni ocasión para ello
ni fecho ningunos cumplimientos
que para en tal caso se requieren de Rey a Rey (...)” 

“(...) no ha parado fasta nos haber usurpado todo el dicho nuestro reino,
en grant cargo y confusión suya y escándalo de la Cristiandat
y porque mediante Dios somos en él (...)” 

La reina Catalina reprochó a su marido la pasividad que había mostrado en las adversas circunstancias:

«Dom Jean, si nous fussions nés,

vous Catherine et moi Dom Jean,

nous n'aurions jamais perdu

la Navarre »

Catalina I de Navarra Foix-Grailly-Béarn

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