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22. Las guerras en Castilla y la “Beltraneja”

 

1  repudio de Blanca de Navarra y la indecisión sucesoria en Castilla 2  los vascos defienden sus intereses
3  las Vascongadas por las causas de Castilla



1 repudio de Blanca de Navarra y la indecisión sucesoria en Castilla

El Príncipe de Asturias don Enrique había disuelto el 11 de mayo de 1453 el matrimonio sin descendencia con su primera esposa Blanca de Navarra. Era ésta hija de la reina Blanca I de Navarra Evreux y del infante Juan de Aragón, hermana del Príncipe de Viana - que se encontraba todavía prisionero de su padre don Juan tras la batalla de Aibar - y nieta de Carlos III el Noble. Ante el número creciente de partidarios en favor de los hermanos consanguíneos de don Enrique - Isabel y Alfonso - para hacerse con la corona de Castilla, el marqués de Villena había aconsejado al Príncipe de Asturias casar de nuevo para proveer de heredero a la corona.

 

Enrique IV de Castilla

Tras la muerte de Juan II en 1454, Enrique IV casa en segundas nupcias, el 21 de mayo de 1455, con la princesa portuguesa Juana que por entonces tenía 16 años, hermana del rey Alfonso V de Portugal. Tras la virtuosidad de su primera esposa la reina Blanca, la corte de Castilla, inducida por el propio Rey, ampara un ambiente de galanteos cortesanos que testigos de la época calificaron de escandaloso, llegándose incluso a asediar y violar los deberes conyugales de la joven reina portuguesa. El Rey otorga abiertamente sus favores a la bella dama de la corte Guiomar de Castro a quien puso casa y criados cerca de palacio. Las instigaciones del Rey debieron de dar su fruto pues la Reina - a creer a su contemporáneo y testigo Alonso de Palencia - acaba entregándose complacida a los favores de los privados del monarca. Se cuenta que la joven princesa portuguesa se había presentado en Castilla dos meses después de su casamiento acompañada de un séquito de “jóvenes y hermosas damas” cuyas costumbres causaron “asombro, deleite y escándalo entre los adustos caballeros castellanos que no estaban acostumbrados a las liberalidades de que hacían gala, encanto y señuelo las hermosas damas portuguesas (1).

Cuando a principios de 1462 la reina Juana da a luz una niña ("ha partir hun filla"), también llamada Juana, las murmuraciones del pueblo relacionan este nacimiento con intimidades de la Reina con el palaciego Beltrán de la Cueva (2) que más tarde obtendría la privanza del Rey. Don Beltrán se había ganado de tal manera la confianza del matrimonio real que:

“demostraba
tanto amor al Rey
que parecía devoción
y
tanta devoción a la Reina
que parecía amor”

La infanta llevará ya siempre el apodo de la Beltraneja y se convertirá en eje de los acontecimientos que traerán inestabilidad política, social y dinástica en Castilla.

Enrique IV destituyó al marqués de Villena por no haberle aconsejado bien en relación con la oferta catalana y navarra de hacerse con aquellos territorios, y puso en su privanza a don Beltrán de la Cueva. Ante esta afrenta real, el de Villena formó un partido enemigo del nuevo valido, tratando entonces de impedir que Juana la Beltraneja fuera nombrada heredera de la corona y proponiendo en cambio como heredero al infante don Alfonso, hermano consanguíneo del Rey. Era éste fruto del segundo matrimonio de Juan II de Castilla con Isabel de Portugal, padres asimismo de la futura reina Isabel la Católica.

Enrique IV se aviene en un primer momento a que su medio hermano Alfonso sea declarado heredero, pero a condición de casar con Juana la Beltraneja y evitar así conflictos dinásticos. Pero poco después el Rey anula lo pactado y presionado por su esposa portuguesa y don Beltrán de la Cueva, nombra heredera al trono de Castilla a la Beltraneja que es reconocida como tal por las Cortes de Castilla. Pero Enrique IV declara de nuevo heredero al infante don Alfonso.

princesa Juana
"la Beltraneja"

Hasta la muerte - supuestamente envenenado - del infante don Alfonso en julio de 1468, todo en el reino fueron intrigas, agitación y sucesos deplorables, incluso en los campos de batalla como en Olmedo, entre bandos de la nobleza que buscaban derrocar la autoridad de Enrique IV, en gran medida devaluada desde el comienzo de su reinado por el desgobierno que presidió.

A la muerte del infante Alfonso, los nobles rebeldes no se desaniman y proponen la corona a su hermana Isabel que se niega a obtenerla en rebeldía contra su medio hermano el Rey. El de Villena pacta con Enrique IV deponer las armas si Isabel es nombrada heredera. Por el tratado de los Toros de Guisando en Ávila (1468), Isabel es finalmente nombrada heredera con el compromiso de no ser forzada a contraer matrimonio en contra de su voluntad, pero tampoco debería casarse sin el consentimiento del Rey (3). De esta forma se postergaron otra vez más los derechos de la Beltraneja. Aunque tampoco este nombramiento sería definitivo, pues el Rey volvería de nuevo a apoyar más adelante a la Beltraneja.

Isabel había rechazado la propuesta de matrimonio con Alfonso V de Portugal, por la diferencia de edad entre ambos, pero no puso ningún reparo a los planes secretos de matrimonio con el infante Fernando de Aragón, que se llevarían a cabo sin el conocimiento de su hermano el rey Enrique y en contra de lo pactado en los Toros de Guisando, y que cristalizaron el 7 de enero de 1469 en las Capitulaciones de Cervera que firmaron por Aragón Juan II y su hijo el infante Fernando. Avanzado el año 1469 Fernando se trasladó disfrazado de mozo de mulas con una expedición de comerciantes aragoneses hasta Dueñas (Valladolid) donde le esperaba la infanta Isabel. El día 19 de octubre se celebran los esponsales una vez obtenida la dispensa papal necesaria por la consanguinidad de los esposos. La bula papal que el arzobispo de Segovia Pedro Carrillo mostró a los novios resultó ser falsa, aunque el papa Sixto IV no puso obstáculos para otorgar su posterior consentimiento.

los Reyes Católicos

Cuando Enrique IV conoce el enlace principesco por una carta que le escribe su hermana Isabel y que el matrimonio ya había sido consumado, da por incumplido el tratado de los Toros de Guisando (1468) y nombra de nuevo heredera a la princesa Beltraneja que tenía entonces seis años de edad.

En 1473 se entrevistan en Segovia Isabel y Enrique IV, quien pareció desdecirse una vez más de su última decisión y se comprometió a reunir las Cortes para que juraran a Isabel como heredera del trono. Pero Enrique fallece el 11 de diciembre de 1474 sin haber formalizado este asunto (4). Con él se extinguió la línea masculina de los Trastamara en Castilla. Al no quedar clara la sucesión, los partidarios de Isabel y los de Juana la Beltraneja se enfrentaron en una guerra civil que duró siete años.

 

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2 los vascos defienden sus intereses

Cuando la autoridad de Enrique IV es contestada en numerosos lugares del reino castellano por los partidarios del infante don Alfonso, Vizcaya y también Guipúzcoa se muestran leales y acuden en ayuda de su rey castellano,

en cambio le favorecieron
a don Enrique
los de Galicia, Guipúzcoa, Vizcaya,
y del territorio de Asturias solo la parte que a aquella región mira”

dice la Crónica de Palencia.

Y así la villa de Valmaseda

“ e por el socorro que la dicha ciudad me fizo en tiempo que lo hube mucho menester”

y la ciudad de Orduña, que habían ayudado al Rey con cantidades en metálico, reciben escrituras de privilegio en 1466 y 1469 respectivamente, por las que el Rey les concede el privilegio de desligarse de la Merindad de Castilla para el pago de las alcabalas y otros impuestos, inscribiéndose desde entonces esos lugares en la Tesorería de Vizcaya. Estos y otros privilegios reales - concedidos por los monarcas generalmente en reconocimiento de lealtades a la corona de Castilla - irían con el tiempo tomando el carácter de lo que actualmente se vienen llamando los derechos históricos de los territorios vascongados, que no pueden desligarse de las obligaciones de lealtad con que se asumieron.

Enrique IV buscó la protección de Luis XI de Francia cuando se trató de disputar a su medio hermana Isabel el derecho de sucesión al trono para favorecer de nuevo a la Beltraneja . Durante las frustradas negociaciones de 1470 entre Enrique IV y Luis XI en torno al matrimonio de la “excelente señora” doña Juana la Beltraneja y su hermano Charles duque de Guyenne (5) cuando el impotente rey de Castilla estaba pronto a ceder el litoral vascongado a Francia (6), los vascos volvieron a alzarse contra este pretendido apartamiento de la corona de Castilla y obligaron a jurar a Enrique IV

“que nunca serían separados de Castilla”.

Pero no fué a más el tema pues el duque Charles de Guyenne se prendó al final de una hija del duque Carlos el Temerario de Borgoña y murió poco después de tuberculosis en Burdeos el 24 de mayo de 1472. Tenía entonces 25 años.

Más tarde, los vizcaínos - ya fallecido el infante Alfonso en 1468 - sin duda decepcionados por la predisposición que había mostrado Enrique IV a entregar los territorios vascongados a la corona de Francia, llegan a ser entusiastas partidarios de los jóvenes príncipes Fernando e Isabel. Estos ya habían contraído matrimonio en octubre de 1469, siempre protegidos por el Arzobispo de Toledo don Alonso Carrillo y ante la contrariedad manifestada por Enrique IV.

El Rey había utilizado sin éxito diversas tácticas para atraerse de nuevo a los vizcaínos a su campo y alejarlos de los príncipes Isabel y Fernando. Una de ellas fué ofrecerles mayores libertades y privilegios con tal de que abandonaran el partido del aragonés don Fernando. Incluso el rey de Francia apoyó estos ofrecimientos que hacía el rey de Castilla.

La contestación de los vizcaínos en carta a Fernando e Isabel de fecha 15 de septiembre de 1473 es tajante. Responden a los ofrecimientos de Enrique IV y del francés Luis XI con la terminante declaración de que

“primero morríamos todos,
e los que vivos quedasen se irían de esta tierra” 

antes que

“quitasemos la obidiencia a vuestra alteza”

Aun cuando Enrique IV aún vivía, los vizcaínos de la Junta trataban en esta carta a los príncipes como si ya fueran Señores de Vizcaya - “Vuestro Condado e Señorío de Vizcaya” - y se declaraban humildes servidores y súbditos suyos.

Reconocían también los derechos sucesorios de los príncipes:

“conociendo cómo vuestra alteza
e a la alteza de la senyora Princesa nuestra senyora
perternesce la sucesión de estos reinos”

Y en ésto los vascos están buscando, se están acomodando a, la protección de los futuros reyes de Castilla y de Aragón para no caer en la órbita francesa (7).

El Príncipe de Viana había fallecido hacía ya doce años, en septiembre de 1461. Su matrimonio con quien sería más tarde Isabel la Católica hubiera fraguado sin luchas la unidad de los reinos de España. En Navarra, la Casa de Foix-Grailly accederá pronto al trono (febrero 1479) y se abrirá entonces un período en el que los reyes de Francia Luis XI y Luis XII intentarán atraer a los reyes navarros hacia su influencia.

Vascongados y navarros vivieron este quehacer de maneras diversas.

 

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3 las Vascongadas por las causas de Castilla

3.1 Isabel se proclama reina de Castilla
3.2 el rey de Portugal se proclama rey de Castilla
3.3 un ejército gascón asedia Fuenterrabía
3.4 don Fernando viene al árbol de Guernica
 3.5 las “naos, caravelas y fustas” vascas

 


3.1 Isabel se proclama reina de Castilla

A la muerte de Enrique IV en diciembre de 1474, postergada finalmente la Beltranaja, la ayuda material y la sagacidad política del reino de Aragón hicieron prevalecer los derechos de Isabel (8). Se hace proclamar con toda celeridad reina propietaria de Castilla el 13 de diciembre de 1474 en la plaza de Segovia, sin que hubieran transcurrido tres días desde la muerte de su medio hermano el rey Enrique IV. Tenía veintitrés años de edad y su esposo Fernando, que se hallaba ocupado en la guerra de recuperación del Rosellón en apoyo de su anciano padre don Juan, no asistió a la ceremonia de proclamación. A su regreso a Castilla pretendió don Fernando ser reconocido rey de Castilla por su condición de descendiente de la casa Trastamara, pero Isabel le convenció de que no era conveniente crispar los ánimos de los castellanos ante la guerra de sucesión que se avecinaba. Isabel sería confirmada como reina por las Cortes de Madrigal en el año 1476.

Isabel la Católica

 

Isabel y Fernando firman en 1475 la Concordia de Segovia por la que se acordaba la parte que a cada uno le correspondía en la gobernación del reino, pacto que se institucionalizó en el lema “tanto monta” . Durante más de un año la estabilidad de la corona se encuentra en constante peligro y la ayuda de los vizcaínos será importante para los nuevos monarcas, como se expone más adelante.


3.2 el rey de Portugal se proclama rey deCastilla

Los nobles contrarios a Isabel consiguen que el rey de Portugal entre en acción continuando el conflicto sucesorio. Alfonso V de Portugal es tío carnal de la Beltraneja y primo hermano de Fernando el Católico. Obtiene la necesaria dispensa y prepara el casamiento con su sobrina la Beltraneja de trece años de edad, lo que le dará derecho a reclamar el trono de Castilla y León.

Una vez más, la nobleza castellana se divide.

En mayo de 1475 se rompen las hostilidades y no cesarán hasta septiembre de 1479. Un gran ejército portugués entra en Castilla y es en Plasencia donde se celebran los desposorios del rey portugués y la Beltraneja. Sin tardanza se hacen proclamar reyes de Castilla (9). Hostigados por los castellanos hacen de Toro - un lugar seguro próximo a Portugal - el centro de sus futuras operaciones bélicas.

 Don Fernando se aplica en primer lugar a reclutar efectivos de guerra en las regiones que le son más adictas (10), gentes de las Montañas, Asturias, Vizcaya y Guipúzcoa:

“al gentil peonaje que de Vizcaya, Lepuscoa y Asturias
con todas las montañas fue allí juntado,
de diversas lenguas y trajes de sus libreas” 

El 16 de julio de 1475 sale don Fernando desde Tordesillas al encuentro del rey portugués en una tentativa que no tuvo éxito. Tras sufrir una derrota ante los muros de Toro, Isabel reorganiza sus efectivos y Fernando consigue finalmente el 1 de marzo de 1476 una derrota aplastante de los portugueses que se habían fortificado en Toro.

El mismo conde de Haro se encontraba junto al rey Fernando. Hubo una fuerte resistencia en la fortaleza de Herreros en el río Duero y se puso entonces de manifiesto el espíritu combativo de los vizcaínos. El contemporáneo Alonso de Palencia lo describe así:

“Los más impetuosos en el ataque fueron los peones vascongados,
algunos de los cuales, no reparando en obstáculos,
pues no ofrecía acceso y tenían que atravesar toda la madre del río,
se arrojaron al agua,
y casi sumergidos por el peso de las armas y lo violento de la corriente,
empezaron a batir la fortaleza.(...).
Cuando ya se hallaban bastante quebrantados,
infundióles nuevos alientos don Fernando,
que despreciando la nube de flechas, vadeaba el río a caballo.
Su arrojo encendió de tal modo el coraje de los vascongados...”

 Los portugueses sitiados fueron hechos presos cuando se rompe la resistencia.

“Conforme los iban sacando del refugio,
un grupo de vizcaínos,
hermanos y parientes de uno que había caído en la refriega,
les iban dando muerte a lanzadas y cuchilladas,
hasta que el rey mandó cesara la matanza a fin de que los que quedaran vivos
pudieran confesarse antes de ser ahorcados”

La plaza fuerte de Zamora se ha entregado al portugués y las tropas castellanas regresan a Tordesillas. El Rey centra su atención en Burgos, cabeza de Castilla, cuyo obispo - Luis de Acuña - y Leonor Pimentel, duquesa de Arévalo y sus fieles rebeldes del castillo, habían estado del lado de don Alfonso. Don Fernando, que había licenciado la mayor parte de sus huestes a la vuelta a Tordesillas, se ocupa en formar un nuevo ejército, en el que los vascos tendrán un papel importante,

“... se reunieron en Tordesillas con el Rey gran número de lanzas,
y de Vizcaya acudió muy escogida hueste de infantes,
de la que se enviaron unos 500 ballesteros,
famosos en aquellas provincias,
para combatir la guarnición del alcázar de Burgos”.  

Cuando el rey portugués acude desde Arévalo para socorrer a sus fieles de Burgos, don Fernando le corta el paso con sus tropas entre las que figuraban 4.000 peones vizcaínos (11).

Los “vizcaínos” constituían probablemente el grupo más vigoroso y leal de entre las huestes castellanas. Estas lealtades eran normalmente reconocidas por los reyes castellanos. Así el 27 de julio de 1475, solamente unos días después de salir de Toro para volver a Tordesillas, firman los reyes una real provisión dirigida a los caballeros, escuderos, fijosdalgo y hombres buenos del Señorío de Vizcaya y de las Encartaciones “que estades con nos a nuestro servicio en el nuestro realde contra el rey e reino de Portugal” en el que se les aseguraba que en el futuro no se les llamaría, ni se les haría salir de su tierra y límites para la guerra, sin que primero se les hubiera abonado el correspondiente sueldo según era de fuero, uso y costumbre entre ellos. Es posible que don Fernando se hubiera retirado de Toro y licenciado la mayor parte de sus huestes por la imposibilidad de pagar a los vizcaínos.


3.3 un ejército gascón asedia Fuenterrabía

Los portugueses y los franceses habían firmado en septiembre de 1475 un convenio muy peligroso para Castilla y las Vascongadas.

El rey francés se comprometía a ayudar a su aliado portugués en su guerra contra Isabel y Fernando. En caso de asegurarse una victoria, el rey portugués - a quien Francia trata como soberano de Castilla a cambio de esa ayuda - haría cesión a la corona de Francia de las provincias de Guipúzcoa y Vizcaya. Ya en tiempos de Enrique IV el mismo rey francés Luis XI había obtenido el compromiso de hacerse con estos territorios a cambio de su ayuda al rey castellano. Ahora intenta lo mismo con el rey portugués.

Es durante el asedio a la fortaleza y a la ermita de Santa María la Blanca de Burgos cuando llega a don Fernando la noticia de que el rey de Francia está en favor del rey de Portugal. El contencioso que el francés había tenido con su padre Juan II de Aragón sobre el Rosellón pudiera ahora explicar la postura del rey de Francia. Luis XI pensaba que su apoyo al rey de Portugal en este asunto sucesorio de Castilla le serviría de moneda de cambio con don Fernando - un pequeño chantaje - para obligar a su padre el rey de Aragón a aceptar la cesión del Rosellón a Francia.

Francia declara la guerra a Castilla y su ejército, al mando del conde de Albret, se presenta en marzo de 1476 en la orilla derecha del río Bidasoa. Pronto se apodera el conde landés (12) de Fuenterrabía e Irún:

que es en el passo de entre Castilla e Francia” 

Con Alain de Albret venían distinguidos nobles navarros de las tierras de Ultrapuertos, incluso algunos enemistados entre ellos como el señor de Gramont (que militaba con los agramonteses) y el señor de Luxa (que militaba con los beamonteses pero que había tomado postura distinta de Luis III Beaumont respecto al apoyo que éste daba al Católico) con cinco mil ballesteros (13). Las escaramuzas en torno a Irún, Fuenterrabía, Oyarzun y Rentería fueron contínuas durante dos meses hasta que los franceses decidieron utilizar la vía diplomática. Pretendían que cesaran las luchas fronterizas para que el ejército francés pudiera avanzar sin estorbos hasta Vitoria. Pidieron a los locales:

“quisieran tomar la voz del rey de Francia,
e dexasen por allí pasar los franceses para yr a la cibdad de Vitoria,
e que les otorgaría de parte del rey las mercedes e libertades que demandasen”

 La respuesta fué inspirada por la lealtad que siempre manifestaban los vascos a los reyes de Castilla y Señores de Vizcaya, lealtad que se repite en muchas ocasiones y que ha sido poco estudiada desde los archivos de Simancas.

“ que dixiesen al conde de Labrit que ellos eran hombre fijodalgo,
naturales del rey don Fernando y de la reina doña Isabel,
a los quales siempre entendían servir con toda lealtad,
e defender aquella villa o morir en su defensa;
e que les rogavan e requerían que allí no volviesen con semejante embaxada,
si no que fuesen ciertos que se hallarían dello”.

Ante tal respuesta de convencida lealtad, la superiodad del ejército gascón arrasó a los vascongados y entraron en mayo de 1476 libremente en la villa de Rentería para saquearla

“fasta las campanas de la iglesia fechas pedazos”

y después ponerla fuego.

A partir de entonces, el foco de resistencia se instala en Fuenterrabía cuyas fortificaciones son continuamente mejoradas por sus moradores. El ejército gascón es notablemente superior pero la resistencia de los locales es loable y sus argucias extraordinarias. Cuando está consumándose el final de la resistencia ante el insistente asedio de los gascones, la llegada de la caballería castellana del condestable Pedro Velasco, de los condes de Aguilar y de Monteagudo y de Rodrigo de Mendoza, obligó a los franceses a refugiarse en la costa de Gascuña. A partir de ese momento Fuenterrabía volvía a levantar cabeza aunque las luchas habrían de perdurar durante largo tiempo. Las crónicas del tiempo atribuyen a los vascongados el mérito principal de haber contenido al enemigo en la misma frontera. Lo que permitió a Isabel y Fernando tener cubierta su retaguardia en la lucha castellana que proseguía contra el rey portugués. Se cumplía así el consejo que había dado el rey Juan II de Aragón y rey consorte-viudo de Navarra a su hijo Fernando, cuando Luis XI declaró su intervención en el conflicto. Don Juan había dicho a su hijo que los naturales sabrían impedir que los franceses pasasen las montañas. Sin embargo los ataques en la frontera y fortaleza de Fuenterrabía no cesaban.

Como los sucesos en Castilla iban tomando buen cariz - el castillo de Burgos ya se había rendido a los Reyes Católicos en febrero de 1476 con la ayuda estratégica del aragonés duque de Villahermosa - y el rey don Alfonso de Portugal ya había sido puesto a la fuga poco después en Toro, don Fernando piensa entonces llevar alivio a la plaza y decide acudir a Fuenterrabía en persona. Ésto tendría un gran efecto moral ante los del lugar. La tregua de seis meses acordada con el monarca portugués en el sitio de Cantalapiedra permitía a don Fernando llevar este alivio a sus leales en la frontera mientras doña Isabel quedaba en Tordesillas.


3.4 don Fernando viene al árbol de Guernica

Así solventada la amenaza del rey de Portuga,l don Fernando emprende camino al Señorío de Vizcaya.

Llega primero a Vitoria el 18 de junio de 1476 y permanece allí durante poco más de un mes. Había concertado verse allí con su padre don Juan, pero éste no pudo acudir en esas fechas. Don Juan era ya muy mayor y fallecería en 1479 a los 82 años de edad. El rey Católico ya estaba viendo en 1476 que los soberanos navarros, tan pronto como falleciera su padre, acabarían buscando la protección de Francia del mismo modo que los vascongados ya la estaban recibiendo de Castilla. Y seguramente quiso haber conversado con su padre en Vitoria sobre estos temas antes de ir a Guernica, si éste no hubiera sufrido una lesión en un pié, lo que no le permitió llegar a Vitoria hasta el mes de agosto.

Viene don Fernando a Guernica a finales de julio de 1476

“ que era allí venido para ansi
como Rey de Castilla, e de León, e como Señor de Vizcaya”

 
para jurar como era tradición los fueros de los vizcaínos

“de les confirmar y guardar todos sus
Fueros y Privilegio
y buenos usos e buenas costumbres
e franquezas y libertades
e mercedes...”

y organizar una armada para las necesidades de la guerra que sostenía con Portugal y Francia.

El Rey agradece además a los vizcaínos haberle prestado ayuda en la guerra contra Portugal, más allá de lo que les obligaban sus fueros

“y aun demás e allende de lo que sus Fueros e Privilegios les obligaban”

 En esa ocasión, el 30 de julio, la Junta General, congregada bajo el árbol de Guernica

“se asentó en una silla de priedra que está so el dicho Arbol
en su estrado e aparato real de brocado” 

y su inmediata iglesia de Santa María la Antigua para dar posesión a don Fernando, recordaba al monarca por qué habían tomado parte en su favor en el conflicto dinástico de la Beltraneja. Sencillamente porque su predecesor en el trono de Castilla, Enrique IV, había tenido la tentación de ceder el litoral vascongado a Francia:

“ya Su Señoría sabía como seyendo
Su Alteza y la Reina nuestra Señora Príncipes,
herederos de estos reinos,
por no ser ausentados de su Corona Real se alzaron por su Alteza
y estuvieron a su obediencia y mandamientos”.

 

Fernando el Católico
recibe pleitesía de las
Juntas Generales de Vizcaya

Guernica
30 julio 1476

 

Cumplido el tradicional y simbólico acto de Guernica y tras una breve estancia en Bilbao, don Fernando regresó a Vitoria, llegando por fin el 13 de agosto su padre acompañado de su hija doña Leonor. Las cuestiones principales a tratar cuando se reúnen eran el Rosellón y Navarra.

Temían don Juan y don Fernando que Navarra acabara cayendo en la órbita del rey de Francia si las provincias vascongadas mantenían su lealtad a Castilla. Pensaban que la heredera del Reyno de Navarra, Leonor - esposa de Gaston IV, conde de Foix y vasallo del rey de Francia -, no lo podría evitar (14). Ambos reyes, padre e hijo, habían visto cómo destacados personajes navarros de las casas nobles de Ultrapuertos, Gramont y Luxa, estaban en ese momento con los gascones landeses de Alain de Albret luchando contra los guipuzcoanos, vizcaínos y castellanos en la toma de Fuenterrabía. Y necesitaban hablar de estas cosas que ya eran más preocupación de don Fernando dada la avanzada edad de su padre.

El futuro de Navarra y sus relaciones con Francia era un asunto pendiente de resolver.

Fernando el Católico sospechaba con fundamento que Pamplona y quizá otras fortalezas de Navarra, al ser entonces fieles al conde de Lerín - Luis III de Beaumont el líder de la facción beamontesa - se declararían por el rey francés en el conflicto bélico que oponía a los Reyes Católicos con Francia y Portugal. Pensó entonces don Fernando apoderarse de Pamplona - como finalmente lo haría en 1512 - adelantándose a futuros acontecimientos, pero Luis III de Beaumont, II conde de Lerín, que se había personado en Vitoria el 28 de junio antes de ir don Fernando a Guernica, disipó los recelos de éste asegurándole que nunca consentiría que Navarra cayera en manos de un príncipe extraño desposeyendo a su legítimo heredero. También había acudido a Vitoria su enemigo Mosén Pierres de Peralta, líder de la facción agramontesa, fiel a don Juan en los pleitos dinásticos de Navarra. Don Fernando trató de reconciliar las dos facciones aunque sólo consiguiera un cese temporal de hostilidades. Es precisamente en estas reuniones cuando el rey don Fernando entabla una estrecha alianza con el conde de Lerín que era su cuñado pues éste había casado con Leonor de Aragón hija natural de Juan II. Ambos aborrecían (15) a Pierres de Peralta, el aliado de don Juan.

Ya desde las entrevistas que don Fernando mantuvo en Vitoria con su padre, su hermana (consanguínea) Leonor y los líderes de las facciones navarras en lucha en 1476, buscará aquél una neutralización de Navarra para evitar que el Reyno pudiera convertirse en una plataforma militar de Francia. Ésta sería una constante obsesión para Castilla, incluso en los siglos XVI a XVIII, por lo que Felipe II precísamente construye una Ciudadela defensiva enPamplona. O quizá don Fernando albergaba ya la ambición de hacerse con la corona de Navarra, lo que no excluiría en un primer tiempo el apoyo a la búsqueda de dicha neutralidad. Don Fernando otorga gran importancia a elaborar una política conjunta, de castellanos y aragoneses, en relación con Navarra.

Cuando don Fernando llega a Fuenterrabía, su presencia alivia y enardece a los defensores de la fortaleza. Ante su llegada el rey francés no quiere ahora acercarse a la costa y los franceses comprenden que no podrán hacerle la guerra por tierra. La fortaleza de Fuenterrabía será ahora revisada a instancia del Rey para resistir el alcance de la nueva artillería. Las esperanzas que Luis XI tenía de atraer hacia sí a notables señores del bando oñacino, quedaban ahora frustradas con la presencia de don Fernando, tanto más cuanto que éste se presentaba en Fuenterrabía con importantes logros para consolidar el trono castellano-leonés.

Don Fernando permanecerá todavía unos cuatro meses en el Señorío de Vizcaya preparando la guerra por mar y será en esta ocasión cuando establezca la Santa Hermandad para contribuir con esta milicia popular a pacificar las luchas de banderías en las provincias vascongadas, luchas que venían desde antiguo por la dificultad que siempre encontraron los vascos para convivir en una sociedad cohesionada.

La protección que Castilla acordaba a las Vascongadas no solamente se limitaba a apartar el eterno peligro francés, sino también a poner orden en su propio territorio en contínuo conflicto de banderías. Ante la contínua colisión entre las fuerzas oñacinas y gamboínas - la general subversión de la época - las represalias, robos, pillajes y venganzas que inquietaban a los pueblos, los mercaderes y las villas vizcaínas habían acudido repetidas veces a Enrique IV en demanda de remedio ya que el Corregidor de Vizcaya no era capaz de poner freno a tanto desorden. Así el monarca castellano decidió enviar al conde de Haro en mayo de 1470 con la investidura de Virrey para Vizcaya y Guipúzcoa, con plenitud de atribuciones. Aunque parece que el Conde avanzó por las tierras Vascongadas más con aire de conquistador - “buscó ensanchar sus estados” - que de defensor de la justicia.... . Lo que provocó que los líderes de las banderías oñacina y gamboína buscaran alivio en un ferviente partidario de los príncipes Isabel y Fernando, el conde de Treviño, que acabó dando buena cuenta del conde de Haro y de su brillante caballería en la batalla de Munguía, en mayo de 1471 (16).

Cuando el conde de Haro osa hacer merced de Vizcaya y Tierra-Llana y Encartaciones o de parte de sus villas y tierras a algunos caballeros, Enrique IV de Castilla sale inmediatamente al paso dejando claro que él jamás ha hecho donación ni tiene intención de hacerla de los territorios que deben seguir unidos a la corona de Castilla

“ e que non se pueda dividir ni apartar della”

 El Rey había sentido su deber de protección defendiendo los fueros de los vascos. El 15 de septiembre del año 1473 los vizcaínos de las Juntas Generales habían escrito a los príncipes Isabel y Fernando, todavía en vida de Enrique IV (17):

“porque humildemente suplicamos a vuestra alteza
tenga por bien de mirar por nosotros,
como es dado a vuestra alteza de lo facer,
como cualquier príncipe debe mirar por los súbditos suyos,
e de mirar a nuestros trabaios e danyos e gastos pasados,
e en lo venidero de nos defender del conde de Haro.”

 

3.5 las “naos, carabelas y fustas” vascas

El rey de Portugal embarca a mediados de 1476 para ir a Francia, tomando por precaución la larga ruta del Mediterráneo, tan peligrosas eran las aguas del golfo de Gascuña a causa de la actividad de las naos vascongadas y de la presencia de don Fernando en el Señorío de Vizcaya.

En aquella época, las Vascongadas eran consideradas “países de acarreo”, es decir se trataba de territorios pobres en recursos que debían traer de otras partes trigo, aceite, aguardiente, lana y otros productos no perecederos, de cosechas procedentes de cultivos de secano (18), inexistentes en las Vascongadas. El mar era su fuente de acceso a estos productos y las necesidades de comercio habían hecho que estas provincias contaran con numerosas "naos de acarreo", que también podían “armarse” para misiones bélicas.

Tan pronto como don Fernando consolida la defensa de Fuenterrabía y aleja temporalmente las pretensiones del rey de Francia, se prepara para tomar la iniciativa antes de que Portugal pueda llevar la lucha al mar. Don Fernando recuerda el consejo que le había dado su padre el rey de Aragón: evitar a toda costa jugarse todo en una sola batalla naval determinante. Era más prudente y efectivo acosar al enemigo con rápidas campañas y constantes escaramuzas, sin un centro bélico único de gravedad. Don Fernando no había seguido este consejo de su padre en sus campañas militares por tierra y así lo demostró en su constante búsqueda de la “gran batalla”, como fue la de Toro.

Pero ahora, en el mar, don Fernando se siente más inseguro y los portugueses se sienten más confiados. Don Fernando teme que se produzca esa gran batalla en la que podrían salir victoriosos los portuguesas con la ayuda del temido corsario y almirante francés Colon. Y con toda probabilidad, concibe una estrategia que a todas luces se inspira en el consejo de su padre el rey don Juan. Y sabe bien que solamente los vascongados están organizados para ayudarle con sus “naos, carabelas y fustas”.

El 15 de mayo de 1475 - justamente cuando el rey de Portugal penetra en Castilla - don Fernando había escrito a su padre informándole que disponía de 50.000 hombres y 200 navíos en las Vascongadas prestos a ayudarle en sus campañas bélicas por tierra y por mar. Don Fernando prefiere no organizar una gran y única escuadra con estos 200 navíos. Según la estrategia descrita se decanta más bien por tomar varias iniciativas simultáneas con cierta rapidez, anticipándose a cualquier intento portugués de organizar una batalla naval trascendente. Se opta por movilizar de inmediato armadas compuestas por pocas unidades. Estas armadas tendrían gran libertad de movimiento y podrían dar guerra sin cuartel a la navegación comercial francesa y portuguesa en el golfo de Vizcaya y todo el litoral cantábrico. Incluso hasta las mismas costas portuguesas. Controlarían así las rutas bien conocidas de navegación portuguesa.

Adoptada esta estrategia, solamente los vascos pueden ayudar a don Fernando en esta empresa. Y obtiene de pleno su ayuda, prácticamente sin contrapartidas, por la gran fidelidad que le habían manifestado los vascos desde que fuera Príncipe.

Seguramente debido a esta estregia de evitar una gran batalla naval, los archivos históricos registran poca información sobre hechos notables acaecidos en esta guerra en el mar. Qué duda cabe que los incentivos de obtener botín en el mar habría también incitado a no pocos marinos vascos a encontrar provecho de su lealtad a los reyes, algo muy normal en la época. Se cometieron así numerosos abusos y don Fernando se lamentaba a veces de los males y robos que venían cometiéndose tanto en alta mar como en los puertos. Incluso contra vasallos del rey de Aragón, su padre, y contra los de su primo el rey Ferrante de Nápoles, los venecianos y los súbditos de príncipes amigos suyos

“en grand deservicio mío
y en quebrantamiento de las paces
y amistades que con ellos tengo” 

decía don Fernando al Almirante mayor en Real Cédula de 14 de abril de 1477. Una nave escocesa llegó a ser saqueada por marinos vizcaínos y guipuzcoanos en las mismas aguas de Inglaterra.

Tuvo trascendencia la que se llamó “armada vizcaína” que se había preparado en la ría de Bilbao (19) presta a intervenir contra el corsario gascón Colon - ya nombrado Almirante del rey francés - a quien Luis XI dio orden de salir de su refugio en las costas de Normandía, probablemente en Honfleur. Esta escuadra de los vascos constaba de 30 navíos. Colon conocía bien el litoral vascongado pues en su tripulación siempre había tenido numerosos marineros vascos. Colon, al mando de siete naves, fué a reunirse en la desembocadura del río Tajo con los marinos portugueses. Desde allí zarpó hacia el cabo de San Vicente para atacar las naves vascongadas que desde Andalucía comerciaban con Flandes llevando vino, aceite y otros géneros y nunca habían recelado de Colon ya que era común que marineros de Vizcaya viajaran en naves del francés. Colon se apoderó entonces de siete navíos vascongados, pudiendo huir solamente dos navíos. Colon envió el cargamento a vender a Inglaterra. ¿Predominaban los intereses bélicos o el botín?. En aquel tiempo iban inseparablemente unidos.

Algunos de los vascongados que lucharon con Colon en sus naves pasaron después al bando de don Fernando. Así Juan de Granada, natural de Rentería, que habiendo estado al servicio de Colon intentó apoderarse del propio Colón en el puerto de La Coruña, lo que no consiguió, pero pudo hacerse con dos navíos del gascón. Don Fernando le reconoció esta hazaña

“muy grande agradable e señalado servicio”

y le condonó sus pasados crímenes:

“por cuanto vos (...) habedes andado en la compañía de Colon cosario (...)
en la cual compañía habedes fecho e cometido algunos robos e muertes
e fuerzas e otros algunos crímenes,
así por mar que por tierra,
contra algunos nuestros súbditos (...)
por lo cual caistes e incurristes en muy grandes penas civiles e criminales (...)
e vos como bueno e leal subdito e natural nuestro,
reconociendo vuestra propia naturaleza e lealtad e fidelidad que nos debedes,
pusistes en obra e trabajastes por prender al dicho Colon
e peleastes con sus gentes e prendistes e matastes mucha della en el puerto de la Coruña
e le tomastes dos naos que le podistes haber,
de las que él tenía robadas de nuestros súbditos (...);
por ende (...)
vos perdonamos toda la nuestra justicia civil e criminal”.

Los relatos de la época no permiten conocer con exactitud los hechos ocurridos. Por un lado, ciertos relatos hacen pensar que Colon escoltó desde Portugal al rey Alfonso hasta Francia tomando la ruta del Mediterráneo. Otros relatos refieren que, ante el peligro de la armada vizcaína, Colon decide volver a Honfleur en Normandía. En cualquier caso lo que parece seguro es que Francia no había jugado históricamente ningún papel relevante en el mar y que la pericia y experiencia del corsario Colon era un caso aislado, pero no habría dispuesto de una retarguardia francesa de apoyo desde los puertos de mar.

La rápida aparición de numerosos navíos vascos en las costas desde Andalucía hasta casi Normandía pasando por Portugal, Galicia y el litoral Cantábrico, habría sido determinante para que ni Colon pudiera hacer gala de sus artes de piratería, ni Portugal se confiara en su larga experiencia marítima. De este modo la visión de don Fernando en apelar a la lealtad de los vascos - ya desde mayo de 1475 - para anticiparse en el control del mar y la respuesta inmediata de apoyo que le otorgaron aquellos, prueban la determinación de los vascos en ayudar a los Reyes Católicos en sus acciones bélicas y poder así recibir de ellos la protección que precisaban de Castilla contra los intentos de anexión por parte de Francia.

El 19 de enero de 1479 muere Juan II de Aragón y de Navarra. Veinticuatro días después, el 12 de febrero muere también su hija la reina Leonor I de Navarra.

En esos días, don Fernando está en ocupaciones familiares lo que aprovecha Alfonso V de Portugal para intentar un nuevo asalto a Castilla. Pero sería definitivamente derrotado por don Fernando el 24 de febrero en Albuera cerca de Mérida. La paz definitiva se firma ese mismo año en Alcaçovas y Toledo, ratificando a Isabel como soberana de Castilla y confinando a Juana la “Beltraneja” - a sus dieciseis años - en el convento de Santa Clara de Coimbra, donde moriría cincuenta años después.

 

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