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7. Navarra en el siglo X

1 Navarra abiertamente en la Reconquista
La incursión de los normandos en el año 859 en territorio de Navarra y la toma en rehén del rey García I Íñiguez (810-851-870) por los musulmanes en el 860, puso de manifiesto que la alianza de sangre y de combate entre los Banu Qasi y los reyes de los pamploneses había llegado a su fin. Musa ibn Musa no había venido en ayuda de su sobrino García Íñiguez cuando éste sufrió el ataque de los normandos. Era inminente un enfrentamiento armado que llegaría muy pronto con la segunda batalla de Albelda - en el cerro de Clavijo - en donde los reyes de Asturias y de Navarra están juntos para derrotar a Musa ibn Musa y provocar su declive definitivo.
Desde esa batalla, con el prestigio de Musa arruinado, la monarquía navarra seguirá su camino de consolidación del reino ahora sin el apoyo Banu Qasi. Lo que requerirá un acercamiento a Asturias con cuya monarquía comenzará Navarra a participar en acciones de reconquista. El rey navarro García Íñiguez casa en terceras nupcias con Leodegundia, hija de Ordoño I. Y Alfonso III “el Magno” de León casa con Jimena (Semena), hermana del rey cautivo Fortún I Garcés. Son las primeras alianzas matrimoniales con Asturias que prestigian a Navarra.
La segunda mitad del siglo IX quedará dominada por la huella normanda y el cautiverio del rey en Córdoba, no proporcionando la regencia del período 870-882 una garantía de estabilidad del trono, lo que se continuará hasta el final del siglo.
Y si bien se puede aceptar a pesar de ello que el Reyno está consolidado como un territorio independiente - las contínuas expediciones de castigo de Córdoba no buscan la posesión del territorio navarro - no reúne éste todavía los atributos que le caracterizarán más tarde cuando el Reyno integre - bajo la cohesión institucional de la monarquía - pobladores de diversa tradición, costumbres y habla. La Navarra de las montañas, de la cuenca de Pamplona, de la zona media y de la Ribera del Ebro, no constituyen todavía un territorio cohesionado en el sentido moderno del concepto y tardará todavía mucho tiempo en serlo.
No obstante, desde comienzos del siglo X con el advenimiento de Sancho I Garcés la autoridad de los reyes de Pamplona se convertirá en “navarra” (1) al extenderse por los territorios de los Banu Qasi en el valle del Ebro.
En el siglo X se multiplican las alianzas de la dinastía navarra con sus vecinos peninsulares. Sancho I Garcés (865-905-925) había casado con una hija del conde de Aragón. Luego casa a su hija Urraca con Ramiro II, rey de León. Otra hija, Sancha, con Ordoño II de León y luego con el importante conde rebelde castellano Fernán González. Otra tercera hija, Oneca, con Alfonso IV, también rey de León. Y su hija doña Velasquita casará sucesivamente con Nuño Vela, conde de Álava, Galindo conde de Pallars y Ribagorza y finalmente en terceras nupcias con Fortún Galíndez de Nájera.
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2 el final de los Banu Qasi y la expansión del Reyno
En el año 905 llega al trono de Navarra Sancho I Garcés que inaugura la llamada “dinastía Jimena” y en muy poco tiempo cambia el rumbo del reyno pamplonés. Finaliza entonces su época defensiva o de consolidación del reyno, lanzándolo el nuevo rey abiertamente a la Reconquista con sus ahora aliados y cercanos parientes, los reyes de Asturias. Ello llevará a la muerte del muladí Lubb ibn Muhammad y estará entonces muy cercano el final del linaje Banu Qasi. Muere Lope de 38 años de edad el 30 de septiembre del año 907 en una de las varias emboscadas que le tienden los navarros de Sancho Garcés en la cuenca de Pamplona, probablemente en Astrain cerca del monte del Perdón.
Con esta muerte los Tuchibíes se apoderan de numerosas plazas Banu Qasi en Aragón (Ejea, Monzón, Barbastro y otras), incluso “la Zuda” en Lérida. Zaragoza, siempre acosada, queda libre de los ataques y asedios de los ”renegados del Ebro”. Sancho I Garcés se dirige con rapidez al valle del Ebro tomando Resa, Carcar y Calahorra.
Al hermano y sucesor de Lope, Abd Allah ibn Muhammad, le quedan todavía una buena parte de los territorios de la actual Rioja, la Ribera de Navarra y las comarcas de Borja y Tarazona.
Sancho I Garcés que desde Resa (cerca de Balma, San Adrián) había conseguido cruzar el Ebro y dominar Calahorra, lanza una ofensiva en el año 914 hasta el río Alhama (“al-Hamma”) librando una batalla el 20 de marzo contra los Banu Qasi en su propio feudo familiar de Arnedo (“Arnit”). Éstos reaccionan reconquistando Calahorra el 15 de junio. Con la excepción de Arnedo y quizá Alfaro, las conquistas navarras en la orilla derecha del río Ebro no pudieron ser consolidadas y Calahorra permanecería en poder del Islam hasta su definitiva reconquista cristiana en el año 1045, por el rey navarro García III Sánchez “el de Nájera” (1020-1035-1054).
Sancho I Garcés también llevó sus tropas hacia tierras de Tudela en el verano del año 915 y en un enfrentamiento con Abd Allah ibn Muhammad en un monte de las Bardenas (“al-Bardi”) éste y su hijo Muhammad son tomados prisioneros el 20 julio de 915. Su hermano Mutarrif ibn Muhammad los libera del castillo de Valtierra en donde estaban cautivos a cambio de entregar a Sancho I Garcés, Falces y Caparroso. Además tiene que dejar en rehén a su hermana Urraca ibn Muhammad (la que diez años más tarde casaría con el rey Fruela II de León) y a su propio hijo Fortun ibn Mutarrif. Dos meses depués moría en Tudela Abd Allah ibn Muhammad quizá envenenado por Sancho I Garcés, según refieren algunas crónicas árabes.
El hermano Mutarrif y el hijo Muhammad del fallecido Abd Allah ibn Muhammad se disputan el liderato del linaje Banu Qasi. Según algunas crónicas Muhammad dio muerte a su tío Mutarrif el 1 de abril del año 916, arrebatándole Tudela y co-lideró la familia Qasi con su primo Muhammad ibn Lubb.
En el año 919 pierden el castillo de Mozón ante el ataque de Sancho I Garcés con su primo Bernard, el conde de Pallars y la ayuda de los Banu Tawil de Huesca.
El desenlace final de los Banu Qasi ocurre en el año 923 cuando Ordoño II de León (2) consigue sustraer Nájera a los Banu Qasi mientras Sancho I Garcés conquistaba Viguera haciendo prisionero a Muhammad ibn Abd Allah con otros miembros de la familia Qasi. Muhammad fue probablemente ejecutado ese mismo año por orden de Sancho I Garcés.
Después de Viguera Sancho Garcés prosiguió su campaña de conquistas que llevó por el valle del Ebro hasta Tudela y llegando a adentrarse en el condado de Aragón, aunque no consiguió Calahorra.
"conquistó por Cantabria desde la ciudad de Nájera hasta Tudela
todos los castillos.
La tierra de Degio poseyó con sus fortalezas.
Sometió Arba y Pamplona a su jurisdicción.
Y tomó todo el territorio de Aragón con sus fortificaciones".
Esta expansión iba a ampliar considerablemente las fronteras del pequeño reino pirenáico y reforzaría una unión con Aragón que por diversas circunstancias que se exponen más adelante continuaría hasta el año 1134.
El emir Abderramán III organiza entonces la conocida “campaña de Pamplona” llegando en primer lugar a Tudela a comienzos del mes de julio del año 924. Tras el castigo que infligió a Pamplona volvió a Tudela recuperándola y destituyó a los últimos miembros del linaje Qasi llevándolos a Córdoba. Puso entonces en el gobierno de Tudela al que era gobernador de Zaragoza, el Tuchibí Abu Yahya Muhammad ibn Abd al-Rahman, cuya familia conservaría el poder en Tudela durante más de un siglo.
Cuando Sancho I Garcés muere en el año 925, Navarra - ahora con los territorios riojanos arrebatados al Islam - había empezado a tomar importancia en el campo cristiano de la reconquista y su alianza con el reino de León era muy estrecha y prestigiaba a Navarra. Su hijo García I Sánchez le sucede en el trono pero es de muy corta edad asegurando una regencia, primero el hermano del fallecido rey Jimeno Garcés (925-931) y luego su viuda Toda Aznárez (931-934).
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3 el califato de Abderramán III
Tres monarcas navarros reinan desde el año 925 hasta el final del siglo X:
- García I Sánchez (919-925-970) tras las regencias de 925-934
- Sancho II Garcés “Abarca” (935-970-994)
- García II Sánchez “el Temblón” (964-994-1000)
Fue Abderramán un califa audaz, culto e inteligente, dispuesto a no consentir rebeldías de sus súbditos, fueran éstos musulmanes árabes, muladíes, mozárabes, judíos o bereberes y dispuesto a defender las fronteras del Califato contra cualquier intento cristiano de usurpación. Incluso atacó varias veces a los “fatimíes” en el norte de África para evitar que intervinieran en la Península en ayuda de potenciales rebeldes. Consiguió la pacificación y unificación de al-Andalus con la diplomacia y con las armas y se hizo reconocer como líder indiscutible.
La madre de la reina viuda Toda Aznárez, de nombre Onneca Fortúnez, había casado en primeras nupcias con el emir de Córdoba Abd Alah (888-912), siendo su nieto Abderramán III quien heredaría el emirato a la muerte de su abuelo en el año año 912. La reina Toda era por lo tanto hermana uterina del padre de Abderramán III, tía por lo tanto del que sería a partir del año 929 el prestigioso primer Califa de Córdoba.
Ello no impidió que su esposo el rey Sancho I Garcés (865-905-925) sufriera una seria derrota ante el Emir en ocasión de su famosa campaña del año 924. Cuatro hijas de doña Toda habían casado con reyes de León que reinaron durante el período comprendido entre los años 914 y 951. Tampoco en esta ocasión la estrecha relación de la reina-viuda Toda con el Califa pudo evitar las numerosas veces en que los reyes de León fueron derrotados por el Califa. A Ordoño II en Mérida y Badajoz (914) y después en Valdejunquera (920) juntamente con Sancho I Garcés de Navarra. Ramiro II - ayudado por el conde castellano Fernán González (+ 970) - infligió no obstante una severa derrota al Califa en Simancas en el año 939. En todas estas campañas Abderramán III se había puesto personalmente al frente de sus ejércitos, pero desde Simancas ya no lo haría más. La reina viuda Toda no pudo evitar declararse tributaria de Córdoba.

Conde Fernán González
910 - 970
La grave inestabilidad en el reino de León a la muerte de Ordoño III (956), por las disputas y destronamientos de los primos hermanos Ordoño IV y Sancho I “el Gordo”, hicieron intervenir a doña Toda en aquel reino. Pero el Califa aprovechó la inestabilidad para lanzar contínuas “aceifas” obligando a los leoneses a aceptar treguas que suponían en cada caso entregar al Califa fortalezas fronterizas. Su prestigio ante los reyes cristianos fue tan grande que pudo convertirse en árbitro de todas las querellas que ocurrían en la Península. Incluso doña Toda vino a Córdoba acompañando a su biznieto Sancho I “el Gordo” de León para curarlo de su dolencia de gordura, tras ser depuesto del trono por su primo Ordoño IV en el año 958. La reina Toda había pedido ayuda a su sobrino el Califa para reponer a Sancho en el trono leonés y se vió obligada a ir a Córdoba para rendirle pleitesía, sin lo cual el Califa le hizo saber que no le ayudaría.
La visita de la reina viuda Toda a Córdoba estaría también motivada por conocer el lujo y la prosperidad de la ciudad más floreciente de Europa, ciudad que atraía a las mentes más destacadas del momento en las artes y las ciencias de cualquier lugar del mundo. Allí acudían filósofos, médicos, geógrafos, historiadores y artistas de todo el mundo musulmán. Se dice que el califa Al-Hakam II (961-976) llegó a reunir una biblioteca de 400.000 volúmenes, lo que no es fácil de imaginar en la época. Se estima que Córdoba superaba el medio millón de habitantes, existiendo tres mil mezquitas y cerca de 30 arrabales. Lo cual tampoco es fácil de imaginar. El califato independiente se convirtió, durante más de un siglo, en el centro cultural y comercial más activo de Occidente.
Córdoba era solamente superada por Bagdad y Constantinopla. Con la mezquita principal ampliada y ya terminada la ciudad califal de Medinat al-Zahara, la reina viuda Toda debió permanecer una larga temporada en Córdoba hasta curar a su biznieto Sancho y verle repuesto en el trono de León en el año 960 con la ayuda del primer Califa. Un año después moría Abderramán III. El rey de Navarra García I Sánchez lo haría en el año 970 no sin sufrir algunas nuevas “aceifas” por parte del nuevo califa Al-Hakam II (961-976), juntamente con el gobernador Tuchibí de Zaragoza.
El reinado de su hijo Sancho II Garcés - más conocido como Sancho Abarca (935-970-994) - también se caracteriza por su actitud defensiva ante el califato de Córdoba. El trono lo había heredado en el año 970 encontrándose en un momento de total sumisión al califa Al-Hakam II (961-976). Hasta la llegada al poder del caudillo Almanzor (3) las fronteras del reino navarro estuvieron generalmente tranquilas, siendo ocasionales las veces en que fueron violadas por el gobernador Tuchibí de Zaragoza, como ocurrió tras la derrota de los aliados cristianos en el año 975 en San Esteban de Gormaz. Pero a partir del año 981 las sucesivas campañas de Almanzor devastan los campos de los reinos de Navarra y principalmente de León. El rey Sancho Abarca estaba decidido a no oponer resistencia a Córdoba y ofreció a Almanzor en casamiento a su hija Abda “la vascona”, lo que se verificó y de esta unión vendría Abd al-Rahman, llamado “Sanchuelo” (Abd al-Rahman ibn Sanchul). En al menos una ocasión el rey navarro viajó a Córdoba para pedir a Almanzor suprimir la expedición de castigo que había preparado para Navarra, intercediendo en ello su hija Abda. Debido a esta actitud poco épica y acomodaticia del rey navarro, su reino sufrió menos embates sarracenos que los demás territorios cristianos.
Su hijo García II Sánchez “el Temblón” (964-994-1000) tendrá un corto reinado y aunque lo intentó, no consiguió renovar la paz que había logrado su padre con Almanzor. En el año 998 y en el 999 Almanzor asola de nuevo las tierras de Navarra llegando a arrasar e incendiar Pamplona. A su muerte en el año 1000, su hijo Sancho III Garcés “el Mayor” tiene solamente unos 10 años de edad, asumiendo una regencia hasta el año 1004 su madre Jimena Fernández de Asturias, hija del conde Gonzalo de Asturias, y su abuela Urraca que recientemente había enviudado del duque Guillaume I de Gascuña (+ 997). Será durante esta regencia cuando Almanzor se presente por última vez en territorios del reino navarro en el año 1002 para saquear e incendiar el importante monasterio de Suso.
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4 los monasterios, foco de cultura y de repoblamiento
Cuando el rey navarro Sancho I Garcés (865-905-925) se apodera en el año 923 de la codiciada fortaleza fronteriza de Viguera, manda construir en acción de gracias al Señor un monasterio dedicado a San Martín, surgiendo así una sede cultural con una comunidad de 200 monjes e importante biblioteca. De allí nació el Codex Vigilanus. Su autor fue Vigila, monje benedictino que recopiló documentos conciliares de los primeros siglos, antiguos manuscritos, biografias de reyes godos y relatos del Reino de Asturias hasta el año 883.
En el monasterio de Albelda el monje Vigila con la colaboración de Sarracino y García escribe en el año 976, época de Sancho II Garcés “Abarca” (935-970-994), el denominado Códice Vigiliano o Albeldense que constituye uno de los textos fundamentales para el conocimiento de la historia y derecho de aquella época. Especialmente la crónica que comienza precísamente en el año 905 relatando el reinado de Sancho I Garcés hasta la fecha en que fué escrito.
Lo anterior es dicho a modo de ejemplo para mostrar la intensa actividad que desarrollaron los monasterios con la ayuda y protección de los reyes navarros en el siglo X, tras las campañas de reconquista llevadas a cabo por Sancho I Garcés en el valle del Ebro. Este rey había ya comenzado una política de favorecer a la Iglesia y ayudarla en su desarrollo institucional. Sus predecesores habían comenzado esta labor desde que, después del año 824, conocieron lo que los carolingios habían aportado en el condado de Aragón, en el que San Pedro de Siresa era un ejemplo a seguir.
Se instaura así paulatinamente una iglesia regional integrada por una pléyade de monasterios. Se conocen al menos 28 creados entre los siglos IX y X desde Pamplona al Pallars, así como varios más del siglo X en la "tierra de Nájera" sometidos a la influencia de los reyes navarros y con apoyo a veces de los propios condes rebeldes castellanos. Algunos son importantes y reciben un firme apoyo desde el poder, como en San Millán de la Cogolla. Surgen muchos otros como expresión de las necesidades de orden patrimonial o funerario de familias nobiliarias locales.
A principios del siglo IX la única sede episcopal se halla en la también única "civitas" de tradición antigua, Pamplona, cuyos obispos - Opilano, Guilesindo y Basilio (hasta el 921) - tienen nombres sin relación con la onomástica vascona, circunstancia que sugiere que estos personajes estaban integrados de manera deficiente en la esfera de poder de las dinastías gobernantes. Sancho I Garcés introduce cambios que pretendían resolver este problema que lastraba el desarrollo del poder real. En el año 922 coloca a Galindo como obispo de Pamplona y crea tres nuevas sedes o más bien designa a tres nuevos obispos: Sisuldo de Calahorra - cuya sede se fusiona enseguida con Nájera -, Teodorico de Tobia - donde ocurre algo parecido - y San Adrián de Sásave, un pequeño monasterio aragonés. Estos dignatarios procedían también de medios mozárabes, pero la lista de los sucesores del obispo Ferriolo de Sásave, por ejemplo Fortun, Ato, Oriol, Ato (II) y Blasco, indica que tras él los obispos son elegidos en el seno de la nobleza navarro-aragonesa y por ello se puede observar su integracion en la corte real navarra.
La pobre estructura urbana del territorio y las deficiencias en la captación de rentas no colocaba a la Iglesia en posición de privilegio. La ausencia de diezmos antes del último cuarto del siglo XI explica algunos rasgos de la Iglesia navarro-aragonesa en esta fase inicial de expansión. Se constata ante todo la debilidad de las iglesias locales y el escaso interés que provocan tanto entre los nobles como entre los propios obispos.
Al reconquistar los territorios riojanos Sancho I Garcés emprende una política de repoblación que será continuada por sus sucesores. Las contínuas guerras y conflictos en la región durante el siglo IX y las numerosas “acefias” que ocurrirán tras la reconquista en el siglo X habían propiciado una huída constante de pobladores. Tras la reconstrucción del castillo de Nájera por Sancho I Garcés, éste lo entrega con sus tierras a su hijo el príncipe García Sánchez. Y tras fallecer su padre, la reina-viuda Toda propiciará en su regencia numerosas donaciones a diversos monasterios que son de nueva fundación o que van a ser revitalizados tras la reconquista.
Los reyes navarros han concebido una política inteligente de repoblación a través de núcleos guiados por los monasterios los cuales se convertirán así, no solamente en instrumento de cristianización y de fuente de empleo agrícola o artesanal para los nuevos pobladores llegados, sino también y de forma muy importante, en instrumento de irradiación cultural como si de “universidades” de la época se tratara. Los reyes otorgan numerosas e importantísimas donaciones a estos monasterios para que pudieran crear una sólida base económica que les permitiera llevar esas tareas, además de muchas otras de orden civil como la gestión de enterramientos, hospitales o educación que la inexistencia de un “Estado” estructurado no permitía a los reyes llevar directamente estas misiones. Y de esta política surgirá un reino navarro que tomará del de León-Asturias el liderato en la Hispania cristiana de la época, lo que se pondrá en evidencia tras la muerte de Almanzor y el comienzo de la “fitna”, con el reinado de Sancho III Garcés“el Mayor” (1004- 1035).
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5 los territorios riojanos acumulan un caudal cultural
Destaca entre todos los monasterios el de San Millán de Suso, en la Cogolla, que recibirá en donación las ricas tierras de Nájera y otras en Villar de Torre, Grañón, Cordovín, Logroño, Asa, etc., lo que será el comienzo de su riqueza económica que habría de permitir a este insigne monasterio emprender importantes actividades de una gran repercusión cultural.
En los últimos años de su reinado (905-925) Sancho I Garcés había logrado con Ordoño II de León conquistar la “Rioja Alta” o “Rioja Cántabra” (4) cuyas principales ciudades eran Nájera y Viguera. La expedición de castigo del año 924, dirigida por el propio Abd al-Rahman III, había devastado las tierras de Pamplona y quizá fuera por ello que la élite nobiliaria navarra y la misma Corte vieran en la nueva región fértil de Nájera un nuevo centro de gravedad al menos respecto de las regiones orientales del reino, semejante a Pamplona respecto a la montaña navarra. Hasta la reconquista de Calahorra por el rey García III Sánchez “el de Nájera” en el año 1045, los territorios riojanos cristianos eran los situados al oeste del valle del Jubera y la Sierra del Camero Viejo.
Bajo la jurisdicción de los reyes navarros, el templo de Suso - en lo que ahora conocemos como San Millán de la Cogolla - tuvo numerosos privilegios reales e inmunidad civil y eclesiástica. También el conde rebelde de Castilla Fernán González, que había casado con Sancha hija del rey navarro Sancho I Garcés, le concedió el privilegio de un tributo que los pueblos le debían pagar pues los castellanos también consideraban el monasterio de San Millán de Suso como sede espiritual del condado (5). Los condes de Castilla habían albergado durante mucho tiempo la esperanza de castellanizar el monasterio de San Millán de Suso y seguramente obedecían a este fin las múltiples donaciones con que lo favorecieron entre los años 940 y 960 en tiempo del conde Fernán González. No se registran donaciones de su hijo Garci Fernández pero su nieto Sancho García prosiguió la política generosa de donaciones de su abuelo y consiguió que desde el año 998 hasta el 1009 toda la documentacion del cartulario de San Millán se calendara por el rey de León y conde de Castilla. A partir del año 1009 el rey Sancho el Mayor de Navarra impuso decididamente sus derechos sobre San Millán y los documentos del monasterio volvían a calendarse por el rey navarro. A partir de entonces - y ello coincide aproximadamente con el matrimonio de Sancho y Munia - su suegro el conde de Castilla debe abandonar sus pretensiones riojanas. La relación de Sancho III Garcés el Mayor es desde entonces muy estrecha con el monasterio. Hasta el punto de que prácticamente todas las noticias que se tienen del reinado de Sancho el Mayor entre los años 1009 y 1015 proceden de San Millán. Son sus años más riojanos y será seguramente en este período cuando más tiempo residió en Nájera coincidiendo con sus primeros años de matrimonio.
En el año 1016 Sancho el Mayor y su suegro el conde de Castilla acuerdan una “concordia et convenientia” fijando de manera definitiva las fronteras entre Navarra y Castilla (6). Las relaciones del conde Sancho García eran tirantes con el rey Alfonso V de León y viendo cercana su muerte quiso dejar a su hijo García la frontera oriental libre de conflictos y reclamaciones fronterizas con sus parientes los monarcas navarros (7). Al año siguiente de la “concordia et convenientia” moría el conde catellano.
Gracias a estos patronazgos San Millán de Suso pudo convertirse en uno de los scriptorios altomedievales más productivos y originales de la Península en la creación y copia de glosarios y otras obras lexicográficas. Allí se redactaron algunos de los glosarios culturalmente más ricos de todos los centros intelectuales europeos. A pesar de la barbarie dominante al término de la dominación visigótica, la cultura era no obstante una cualidad apreciada. De las escuelas monásticas salían letrados capaces de escribir cronicones u obras teológicas y monjes que se dedicaban a copiar y a veces a glosar manuscritos.
Todos los usos cultos y oficiales seguían reservados al latín que se aprendía en las escuelas. El habla vulgar constituía ya una lengua nueva, una variedad dialectal no culta del latín. Y se la calificaba despectivamente de "rusticus sermo". Entre el latín de los eruditos y el romance llano del pueblo existía un latín avulgarado, escrito y probablemente hablado por los semidoctos, que amoldaba las formas latinas a la fonética romance y que debió de usarse ya al final de la época visigoda. Los mozárabes lo llamaban "latimum circa romancium". Mientras perduró tal forma de lenguaje intermedio hasta comienzos del siglo XIII no estuvieron bien marcados los linderos entre el latín y el romance. Este romance primitivo de los estados cristianos hispanos nos es conocido gracias a documentos salidos normalmente de los monasterios que, si bien pretenden emplear el latín, insertan por descuido, ignorancia o necesidad de hacerse entender, formas, voces y construcciones en lengua vulgar. A veces el revestimiento latino es muy ligero y los textos resultan por ello doblemente valiosos.
Desde la antigüedad, los territorios navarros y riojanos del valle del Ebro se habían caracterizado por su carácter abierto muy típico de los lugares fronterizos o de transición territorial, lo que les permitió asimilar diversas culturas. El hecho de que el río Ebro fuera navegable desde el mar Mediterráneo hasta muy cerca de Logroño -- el importante lugar de Varea -- explica sin lugar a duda la facilidad con que las culturas mediterráneas llegaban a estos territorios, ahora en una parte liberados de la dominación islámica. En los siglos prerromanos el territorio altoriojano se encontraba en los límites entre los territorios indoeuropeizados y los no indoeuropeos. Allí habitaban los celtizados berones en contacto con las tribus cántabras de los autrigones, várdulos y caristios, o con los vascones de Navarra. Este interesante carácter de transición continuará en la época de la romanización y la dominación visigoda, se mantendrá con la llegada de los musulmanes y perdurará durante la Edad Media. Incluso después de su definitiva incorporación a Castilla a finales del siglo XI, cuando los territorios riojanos comunicarán a una Castilla más encerrada en sí misma un precioso caudal cultural y lingüístico que Castilla sabría recoger y desarrollar más tarde admirablemente.
La importancia de San Millán de Suso para la familia real navarra lo atestigua el hecho de que la famosa reina Toda Aznar - viuda del rey navarro Sancho I Garcés - fue enterrada en este monasterio, como también otras dos reinas de Navarra, su nieta Urraca que había casado en terceras nupcias con Sancho II Garcés “Abarca”, y la nuera de ésta Jimena Fernández, madre de Sancho III el Mayor. En palabras de Yepes en su “Crónica General de la Orden de San Benito”: en San Millán de Suso, el lado derecho, en una capilla, cabe el altar mayor, estan enterradas tres reinas de Navarra, como se colige por una inscripción, que está en una tabla antigua, a la entrada de la puerta de la iglesia, que dice ansí:
Regno apellatae Navarrae sunt tumulatae,
Tota fide plena,
nec non Elvira Ximena,
tres hic reginae,
sit requies sine fine”.
En este epitafio que probablemente no es anterior al siglo XII por su estilo, se da el nombre de Elvira a la esposa de Sancho el Mayor. Algunas crónicas de su tiempo designaban a la reina Munia con este nombre de Elvira.
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6 San Millán de la Cogolla irradia religiosidad y cultura
La mayor parte de los glosarios - algo parecido a diccionarios enciclopédicos - y manuscritos glosados del siglo X son originarios de monasterios implantados en territorios riojanos donde arraigó fuertemente tal dedicación intelectual. Los glosarios constituyeron en su época importantes instrumentos divulgadores de cultura y el inmenso repertorio de voces que presentan resulta decisivo para el conocimiento histórico de la época de transición entre el mundo romano y la Edad Media. Su valor histórico es deslumbrante ya que aportan un catálogo de palabras oscuras o en desuso en la época, con definición o explicación de cada una de ellas - o sea glosas - normalmente ordenadas alfabéticamente para servir de libro de consulta a modo de lo que hoy llamamos diccionario enciclopédico. Cuando una palabra latina tal como era usada por los eruditos y doctos del siglo VII no era inmediatamente accesible al lector del siglo X, el glosador romanceaba esa difícil palabra de forma latina para aclarar su comprensión tres siglos más tarde.

glosas emilianenses
siglo X
La lengua romance aparece usada con plena consciencia en las Glosas Emilianenses, compuestas en el monasterio riojano de San Millán de Suso, y en las Glosas Silenses (8). Ambas glosas datan del siglo X y muestran un decidido propósito consciente de transcribir términos romances entonces empleados en esa región riojana bajo el dominio de los reyes navarros con sede regia en Nájera.
En San Millán de Suso un monje anónimo gesta en el siglo X estas Glosas Emilianenses que tienen la importancia excepcional de ofrecernos las primeras líneas escritas que en España se conservan redactadas en lengua romance y donde también aparecen las cinco palabras más antiguas conocidas en escritura en una variedad vascuence (9). Son estas glosas una especie de cajón de sastre donde el copista ha acumulado textos litúrgicos, sermones de los Santos Padres y tradiciones locales. Y entre líneas, al márgen, aparecen traducidas a la lengua vulgar hablada en la época gran cantidad de palabras latinas del texto principal ininteligibles para el lector del tiempo.
No es éste el lugar para extendernos sobre la riqueza que supuso para los reinos cristianos la cultura acumulada en los monasterios protegidos por la monarquía navarra y nos remitimos a los trabajos admirables que - todavía poco conocidos en Navarra - están llevado a cabo los hermanos catedráticos Claudio y Javier García Turza en Logroño sobre este tema. No obstante es parte importante de la historia medieval de Navarra señalar a continuación, aunque sea brevemente, algunos hechos acaecidos sobre la evolución de la lengua en Navarra.
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7 la lengua romance en Navarra
En Navarra se ha documentado profusamente en la Edad Media un dialecto románico autóctono, una lengua romance surgida de la evolución del latín que se conoce con el nombre de "dialecto navarro o romance navarro". Es en el siglo X cuando se escriben en el monasterio de San Millán de Suso glosarios y textos manuscritos - algunos glosados - por los que se puede conocer la lengua romance entonces utilizada como medio de comunicación entre la población de esa zona, hoy riojana, o de las zonas probablemente cercanas al monasterio, de donde provenían los monjes copistas.
En la Alta Edad Media habían convivido en Navarra hablas vascuences y el romance. El vascuence había sobrevivido a una romanización incompleta y era la forma de expresión hablada - no escrita - posiblemente de una mayoría de la población rural. El latín, en su versión clásica o culta, había muerto como lengua hablada con las invasiones germánicas del siglo V, aunque pervivió como lengua escrita hasta el siglo IX. Pero cuando se abandona el latín, el vacío entonces creado no lo ocupa en Navarra el vascuence sino variedades de romance navarro que se convierten en lengua documental.
Al estudiar los diferentes dialectos peninsulares ha sido tradicional en los investigadores y lingüístas la identificacion del romance navarro con el aragonés, razón por la que se ha generalizado la denominación de romance "navarroaragonés", que sigue vigente hoy día y que supone una modalidad lingüística común, extendida a lo largo del territorio de Aragón y de Navarra. Existen razones históricas para creer que tal identificación de lenguas romances ocurrió verdaderamente en Navarra y Aragón. Y en ello cabría distinguir dos períodos diferenciados. En los siglos X y XI, en la época de máxima irradiación cultural de San Millán de Suso, es más legítimo pensar en la existencia de un romance navarro - que deberíamos llamar "navarroriojano" o “navarro-najerino” - que sin duda debió marcar una influencia en el condado de Aragón bajo dominio entonces de los reyes de Pamplona y Nájera. Sin embargo, a partir del desastre de Peñalén en el año 1076 la influencia de las lenguas romance debió ser la inversa: probablemente de Aragón hacia Navarra. Pero en cualquier caso, es un hecho que la historia de Aragón, Navarra y La Rioja se forjó en común en los siglos X y XI, por lo que resultará inútil tratar de hacer deslindes precisos en las respectivas variedades dialectales de esos territorios. En cualquier caso, no existía entonces el concepto territorial y cohesionado de los reinos y siendo los métodos de comunicación social precarios, debe suponerse que las variaciones dialectales serían notables de una población a otra, incluso estando cercanas.
El romance en Navarra tuvo dos versiones. En primer lugar el "occitano" ultrapirenaico del mediodía francés con raíces lejanas provenientes de la presencia carolingia en los Pirineos navarro-aragoneses y más tarde aportado por los inmigrantes que se instalan en Navarra. Y en segundo lugar el "autóctono" del que existe constancia desde el siglo X en las zonas más romanizadas del Reyno, Nájera y Suso, Sangüesa y Leyre. Este romance fué suplantando al latín como lengua de cultura y es precísamente en romance navarro en que está escrita la mayor parte de la documentación a partir del siglo XIII, como señala Pérez Salazar.
También habría que mencionar otras lenguas de carácter minoritario como el "francés" (lengua de "oil"), ligado sobre todo a la corte de determinados reyes o dinastías de origen francés establecidas en Navarra a partir del siglo XIII. Y las lenguas de los núcleos de mozárabes, árabes y judíos.
Si el vascuence se conoce y practica en la Corte de Navarra por lo menos hasta el reinado de Sancho III Garcés el Mayor (1004-1035) y con alguna probabilidad incluso hasta el regicidio de Peñalén en 1076, la dinastía aragonesa que entonces asume la corona navarra (su titular es todavía llamado "rey de los pamploneses"), debió usar ya el romance.
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